Cortazar una vez dijo que la novela ganaba por puntos mientras que el cuento por knock out, no pude sacarme esa metáfora pugilística de la cabeza cuando decidí escribir una nueva semblanza sobre grandes autores continentales, en este caso dirigí mi atención hacia el Perú y pensé, bueno quién será esta vez, a la fecha he hablado del cubano barroco, padre del real maravilloso, el chileno obseso con las genealogías escamoteadas y los vasos opuestos que comunican identidades cercenadas, tampoco podía faltar en la lista nuestro Faulkner uruguayo, el misántropo mitómano y nervioso creador de Santa María… Ahora ustedes se preguntarán, por que partí hablando de Julito “Rayuela” Cortazar y la narrativa corta, sencillo, para introducir a un hombre que a mi juicio no necesita mayores presentaciones aunque para muchos, frente a nombres como Mario Vargas Llosa, José María Arguedas, Cesar Vallejo y Ciro Alegría, puede resultar desconocido y una elección aciaga. Sin embargo, Julio Ramón Ribeyro (Peruano 1929-1994), para aquellos que no lo sepan, merece un lugar de honor junto a los ya nombrados y ante todo, un reconocimiento por su extensa obra como cuentista y no cualquier cuentista, me atrevería a decir que con Rulfo, Borges y el otro vanguardista argentino, autor “de la noche boca arriba”, forman una especie de hipercubo en lo que a la prosa breve atañe.
Ribeyro, el más clásico de los contemporáneos, jamás se considero un artista de vanguardia, sino mas bien de retaguardia, no carecía de elementos experimentales y talento rupturista y sin embargo, pese a ser contemporáneo del boom y encontrarse produciendo gran literatura en Francia, durante esa época de efervescencia europea hacia nuestros creadores, se mantuvo al margen, haciendo gala de su timidez y el escepticismo que lo caracterizó. Es penoso irse del mundo sin haber adquirido alguna certeza dice su alter ego Luder en su aforística obra Los dichos de Luder (1989) para rematar dentro de la misma, con un certero cuestionamiento. ¿No te preocupa escribir desde hace treinta años para haber alcanzado tan minúscula celebridad?" A lo que Luder responde: "Por supuesto. Me gustaría escribir treinta años más para ser completamente desconocido." Probablemente ese temperamento escurridizo y esquivo ante la figuración, lo llevo a convertirse con los años, más que en un divo e ídolo dorado, en un consecuente y sencillo hombre dedicado de manera vital, a su quehacer literario. Escritor de culto alrededor del globo, llego a ser comentado, leído y admirado por sus pares, incluido el barón rampante, miembro del OuLiPo, Italo Calvino.
Aunque… para hacernos una idea fiel; es mejor remitirse a la fuente: La propia percepción que Ribeyro, autor textual, tiene de Ribeyro, autor empírico. En su cuento autobiográfico, solo para fumadores, que versa sobre su estrecha y apologética relación con el cigarro, el peruano plantea que la literatura es para él: un acto creativo que ha adquirido la misma naturaleza de los vicios: un hábito que luego se convierte en una enfermedad incurable, autodestructiva y fanática ("escribir es desoír el canto de sirena de la vida"), pero que se revela, al final, como la única medicina posible contra la grisura del mundo.
Lo que nos lleva indefectiblemente a su obra. Al hacer un seguimiento por los diversos parajes en que esta deambula, podremos apreciar una escalonada mixtura de movimientos y temas que lo hacen una unidad heterogénea de ricas voces, múltiples atmósferas, desde el viejo mundo al Amazonas pasando por la sierra agreste y la opaca urbe Limeña, lo cual conlleva dimensiones humanas desarraigadas, flemáticas, tropicales, ingenuas y maliciosas, en todos los escalafones, colores, gustos y sabores.
Lector ferviente de Maupassant y Chejov logro como Joyce lo hiciese con Dublín, dar a la Lima de los años cincuenta, un rostro que aún se mantiene vigente, podríamos definir la mirada del peruano hacia sus compatriotas como neorrealista, casi rozando el naturalismo, debido a que sin tapujos, de manera cruda y comprometida, desnudo las problemáticas de aquellos mudos, apaleados por una desmedida e improvisada urbanización: hacinamiento, pobreza extrema en la periferia y abuso de poder, son los ingredientes que sazonan los relatos, Los Gallinazos sin plumas (1954), y Al pie del acantilado (1959), Interior “L” o Mar afuera, sin embargo allí no termina la versatilidad de su voz, observador y estudioso del maestro expresionista Kafka, Julio Ramón añade a sus historias elementos que el Checo plasmo certeramente, al dar inicio a la explotación del absurdo, en contraste con lo anodino de burdas existencias.
Si bien Ribeyro no llega a los extremos de metamorfosear en cucarachas a sus protagonistas, si plaga con un agridulce desasosiego, fracaso ante la movilidad social y silencios suicidas de desesperación, las vidas rutinarias de la clase media y en especial de los mercaderes y burócratas típicos, de las capitales tercermundistas, Algo así como lo que Jorge Edwards hizo en su gente de la ciudad (1961). Aquí destacamos, Espumante en el sótano (1967), Junta de acreedores (1954), Dirección equivocada (1957) o La solución, en esta última, plantea el tema de la infidelidad, la violencia y rutina al interior de clases intelectuales y acomodadas, dando de refilón, forma, a un interesante juego que muestra la gesta de una novela al interior de un cuento, lo cual se condice con la opinión de Borges, de que el cuento puedo con mayor alegría, sintetizar y dar vida, a lo que en la extensa narrativa, se diluye y torna retórico de sobremanera.
La fantasía tampoco fue tema ajeno a Ribeyro, con sutil belleza rompe la causalidad y nos obliga a redefinir el mundo sensible, rápidamente se me viene a la memoria Doblaje (1955), Rider y el pisapapeles (1971) y La insignia, esta, una historia sobre un tipo que por accidente encuentra un imperdible de una misteriosa organización, adorno que decide usar por simple monería para terminar invitado a una reunión no menos misteriosa y sacramentalizada y desde allí con ingenuidad guiado por la hermética cabala, abraza la realización de tareas sin sentido que lo hacen ascender hasta una posición privilegiada de multimillonario y orador de la secta, sin nunca como el primer día, saber que función tenían las tareas encargadas, el origen y finalidad de la institución a la cual sin embargo, debe todo y mantiene en alto, jugando el rol de presidente. …Sin duda una metáfora del incierto viaje que todos realizamos desde nuestra concepción. Búsqueda del significado e incesante carga de ser, la conciencia, su peso y a la vez la materialidad, la res (cosa), un discurrir enmarañado de lenguaje y lógica, inundado por obsesiones y paranoias. Juego lúdico de anagramas y autodescubrimiento que detalló muy bien, en uno de sus maravillosos cuentos: Silvio en el Rosedal (1977)
Semejante imaginaria, probablemente desbordaba en función del libro de su propia vida. En lo personal, Ribeyro fue un joven limeño taciturno y humilde, perteneciente a la clase media, consiguió viajar a Francia becado, ciudad de luces y poetas malditos, en ella vivió alrededor de cuarenta años, en los cuales conoció el agridulce de la soledad e independencia. Avatares no libres de esa sonrisa irónica e incertidumbre capciosa que imprimía a los finales inesperados y tensos de sus cuentos. Como anécdotas, hay que señalar que Julio Ramón siempre tuvo problemas con las editoriales, cuando su primer libro salió impreso en Europa, la alegría lo embargo de sobremanera, hasta el fatal instante en que miro el reverso de su publicación para descubrir atónito que en la foto de la contraportada salía un escritor Africano, alcance de nombres que sin racismo le llevo a preguntarse ¿Quién es ese negro? Parco e introspectivo debió dirigirse a la empresa y pedir por favor, si podían corregir el equívoco… cuestionándose para sus adentros ummmm un argumento valido y que no pareciese racista… otra situación particular, es la de su deceso, escritor de altura pero como señalara, de reservado carácter y desligado de la proyección de su persona, recibió paradójicamente uno de los mayores premios latinoamericanos, el Juan Rulfo (que lo ostentara por primera vez, en 1991 el Antipoeta Parra) de manera póstuma. Su ironía y desprecio final a la fama, pues días antes de serle concedido, el maestro nos dejo.
Finalmente la estatuilla de bronce que lo conmemoraba en un parque de la ciudad de Lima, fue robada para ser vendida por unos jóvenes drogadictos que nunca supieron quien era Ribeyro, curiosamente, anécdotas como estas, de retorcidos errores, intrincados giros del destino que parecen burlarse de actores y personajes como el mismo Ribeyro, intelectual de clase media, algo así como un K moderno y esos jóvenes sumidos en la crudeza de una ciudad alienada, casi sacados de la Rusia Zarista, fueron líneas de la profética visión latinoamericana del escritor.
Ribeyro es en definitiva un autor difícil de encasillar, por mucho que la fértil vertiente de su pluma siempre circulara por el cauce de la prosa. Además de los grandiosos cuentos, se cuentan tres novelas, un diario y lo más extraño para la critica especializada, dos libros inclasificables o al menos desconcertantes, Los dichos de Luder (1989) colección de frases obviamente dichas por Luder y el llamado Prosas Apátridas (1975). Síntesis de una personalidad esquiva y escéptica, amalgama de ensayo, retórica, poesía en prosa y cuento, todo a la par… sin duda una personalidad basta que merece nuevas y constantes lecturas, diálogos y como él dijese, un compromiso ético, no moralista sino de reflexión con nuestro actuar y pensar. Tajante afirmaba a los cuatro vientos sobre su posición como creador: "Lo importante no es ser cuentista, novelista, ensayista o dramaturgo, sino simplemente escritor" vale la pena añadir que nosotros somos en justa medida, los escritores de nuestra realidad…
Autor: Daniel Rojas P
1 comentario:
pasaba por aki, me gustó el artículo, se nota q tienes buen gusto,
sldos
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