domingo, 12 de septiembre de 2021

Walter Benjamin y «Blade Runner»: Todos esos momentos se perderán en el tiempo por Daniel Rojas Pachas

 


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K en una escena que no deja de estar cargada con convenciones del género negro, un detective abatido camina por una calle oscura, rememora a la mujer perdida y se topa con una proyección inmensa y púrpura de Joi, lo cual remitiéndonos al film noir podría hacernos pensar en una digresión, de cualquier modo, se trata de otro aviso publicitario que parece sólo hablarle a él y le indica que cumplirá todos sus deseos, tal como Joi le prometía a diario.

El encanto se rompe cuando esta le dice Joe, pero no refiriéndose al nombre que su Joi le dio, sino que pronuncia Joe, como quien dice fulano. Otro código de la programación, otro lugar común. En ese punto K reconoce que el único acto que puede reivindicar su vitalismo y hacerlo único e irrepetible, es sacrificarse por otro, ayudar a Deckard e ir fuera de sí en un movimiento exotópico y empático y ser parte de algo más grande, pero no necesariamente por provenir de ello, sino porque su voluntad puede intervenir la historia, modificar las circunstancias, el curso de las cosas y dar un vuelco al futuro. Benjamin cierra su texto Pequeña historia de la fotografía con la siguiente frase:

“No el que ignore la escritura, sino el que ignore la fotografía, se ha dicho, será el analfabeto del futuro. ¿Pero es que no es menos analfabeto un fotógrafo que no sabe leer sus propias imágenes?».

Esta advertencia del alemán nos da a entender que bajo todo discurso, debajo de las ideas que nos permiten pensar, interpretar, comunicar la realidad y que creemos tan originales, propias y emitidas con plena libertad, subyace un lenguaje propio del medio y mecanismo que reproduce y da resolución, formato y forma al contenido.

La inteligencia de la máquina o lo que Flusser llama “juguetes que simulan el pensamiento”, eso que la cámara y la imagen entraña si pensamos en la fotografía, me refiero, no necesariamente a la destreza, el talento o la autonomía del artista, atribuible por completo al sujeto, sino que a todo una gramática previa, un léxico, el sentimiento de una época, las condicionantes del medio, sustratos que emergen, formatos, códigos y las constantes técnicas que incluso superan el ojo humano que capta y retorna fenómenos que abruman nuestros sentidos, nuestros filtros con la realidad. Vilèm Flusser denuncia una sociedad de autómatas:

«Las imágenes tienen la finalidad de hacer que el mundo sea accesible e imaginable para el hombre. Pero, aunque así sucede, ellas mismas se interponen entre el hombre y el mundo; pretenden ser mapas y se convierten en pantallas. En vez de presentar el mundo al hombre, lo representan; se colocan en lugar del mundo a tal grado que el hombre vive en función de las imágenes que él mismo ha producido».

Es nuestra tarea encontrar un camino, para salir de esas rutas trazadas de antemano, esos pasajes que como la memoria están allí insertados para conducirnos a acciones que pensamos son las correctas, y que creemos son esas las razones por las cuales debemos luchar y construir una verdad. Tal como ocurre en la escena final de Blade Runner, Roy Batty en una posición de ventaja podría haber dejado morir a Deckard, su persecutor, pero va más allá de lo que se espera de él, se rebela a su programación y tiene una conducta, no humana, sino vitalista, que además da cuenta que no importa tenga un pasado, un origen y una cadena de ascendencia o una programación.


Texto completo: https://www.cineyliteratura.cl/walter-benjamin-y-blade-runner-todos-esos-momentos-se-perderan-en-el-tiempo/



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