jueves, 19 de agosto de 2021

Apuntes al vuelo a la introducción distópica de Terry Gilliam en Brazil

 





Por Daniel Rojas Pachas

Brazil de 1985 dirigida por Terry Gilliam nos sitúa en una apócrifa metrópolis retro futurista en algún punto del siglo XX y sintetiza una maquinaria social automatizada que conjuga la burocracia y paranoia Kafkiana con el control y autoritarismo Orwelliano.

La escena inicial del film previa a la aparición del título “Brazil” formado con estridentes luces de neón fucsia y turquesa sirve como un prólogo cargado de gran cantidad de simbolismos y códigos que luego se desarrollarán en profundidad a lo largo de toda la trama. Lo primero que experimentamos es un paseo por nubes oníricas que marcarán el tono de la cinta, un transitar errático por los frágiles límites de la realidad y las conexiones subterráneas que existen entre fantasías libertarias y quijotescas con una pesadilla gris y laberíntica, cuyos engañosos caminos en forma de tuberías desembocan en un enmarañado centro con forma de ojo vigilante. La retina que nos encara desde una pantalla televisiva, es el logotipo de “Central Services” (Servicio Central) y resulta ser nuestro contacto inicial con la urbe. 

El logo de Central Services expuesto en el monitor recuerda el iris del ojo y toma la forma de una enmarañada CS como los anillos de una serpiente, pero también resulta alusivo a los caminos de un laberinto. El ícono se acompaña de una tipografía que recuerda la estética del sueño americano de los años cincuenta, la cual tiene adosadas unas líneas cinéticas que paradójicamente denotan rapidez dentro de una sociedad estática.

En su totalidad el logotipo reposa sobre cinco conductos, tubos grises interconectados que tendrán a lo largo de todo el film una importancia sobrecogedora, pues todos los mecanismos en los hogares de esta ciudad, funcionan con tuberías controladas por el sistema central, la refrigeración y los aparatos eléctricos que automatizan la alimentación.

En los departamentos de los desposeídos, las tuberías inundan las paredes y techos de las habitaciones saturando los reducidos espacios, mientras que en el departamento de los burócratas, como es el caso de nuestro protagonista Sam Lowry, los tubos se esconden tras paneles con el logo de CS y la leyenda “Do not obstruct or remove”.

En las oficinas también vemos esta maraña de tuberías mimetizándose con el gris de las paredes y las indumentarias de los funcionarios y sus tenidas monocordes. Las oficinas de gobierno están dotadas de nombres impersonales como Departamento de Registro y Oficina de Recuperación de Datos. En ellas hombres lúgubres que no se diferencian en sus cortes de cabello y andar, transitan de un lado a otro sin mirar atrás. Pese a que todo el clima de vigilancia y represión hace pensar que la entropía no da tregua, a la primera oportunidad los operadores rehúyen a sus labores y se sumergen en las pantallas hipnóticas para evadirse de sus trabajos. Recuerda lo que Kafka señalaba: “Los funcionarios son personas que dominan un juego para el cual no pueden ser competentes"

Nuestro protagonista Sam Lowry forma parte de este mundo funcional y mecanizado, que anida en su interior el caos y la torpeza bajo la burocracia.

La hiperconectividad de Servicios Centrales también está presente en otros espacios urbanos, habitaciones blancas y de apariencia clínica están atravesadas por tubos que generan un contraste disruptor con la higienizada habitación. Por último, en los hogares de los acaudalados, sobre todo en los espacios en que vemos desenvolverse a los altos mandos, cirujanos estéticos y mujeres adineradas preocupadas por su apariencia y obsesionadas con las operaciones de rejuvenecimiento. Las tuberías de CS se confunden con el barroco de la ornamentación, las pinturas y los candelabros. Sin embargo, CS no es la única muestra de hiper conexión y redes que aplastan a los sujetos, los sistemas de comunicación con los cuales se envían cápsulas con documentos o memorándums entre oficinas, también dan forma a un entramado de tubos. Los teléfonos son una maraña de cables que deben interconectarse para operar, por último los robots sirvientes son un amasijo de metal y cables deambulando, el rostro de estas máquinas es un cámara que confronta a las personas, considero esto significativo, si reparamos en el último detalle del logotipo de CS, pues el ícono en su totalidad, el gran ojo central se impone sobre una imagen del océano, vemos un horizonte azul en segundo plano, lo que denota como la noción de maquinaria automatizada es el orbe sobre el cual gira la sociedad y están determinados los ciudadanos hasta en las situaciones más triviales del día a día.  La naturaleza aparece en el logo en segundo plano, el azul es aplastado y esto en la cinta nos comunica con la fantasía, los sueños  de libertad de Lowry, el protagonista que imagina surcar las nubes, volar y salir a espacios abiertos y limpios fuera de la urbe.

La cinta expone una sociedad de cemento y rascacielos en la cual resulta casi imposible mirar el cielo, los espacios de vivienda de las clases medias y bajas son reducidos y antiguos, los límites de la intimidad los marcan delgadas paredes y los callejones que conectan las calles están repletos de basura, vagabundos y tanto la vestimenta como apariencia de niños y adultos recuerdan el periodo de la era industrial, overoles y tenidas grises y cafés que se confunden con el entorno, el óxido, la suciedad y los ladrillos, esto contrasta con los espacios de comercio que están repletos de tiendas, luces de neón y escaparates coloridos y saturados por la publicidad y el brillo de los productos.

Algo que también es importante valorar con relación a la escena inicial es una triada que estará interconectada durante toda la historia: consumismo, sublevación y adoctrinamiento gubernamental. Tras el logo de “Central Services” aparece una ridícula publicidad que comparte la estética de los años cincuenta, un hombre engominado habla de los beneficios de los sistemas de refrigeración y las bondades de la compañía (Algo que ha explotado el futuro distópico del videojuego Fallout a la perfección, para construir su imaginario propagandístico). La enorme vitrina llena de pantallas televisivas parece una suma de ojos transmitiendo hipnóticos mensajes, estos actúan a la vez como un espejo del horror ciudadano y su alienación, pues se refleja la silueta de un hombre que avanza con un carro de supermercado lleno de compras por entre medio de la decoración navideña y luces de neón, cárteles de tienda que nos adelantan la realidad del film, el espíritu que  inunda a las clases que se evaden con la adquisición de productos fútiles. A través del reflejo de las pantallas atestiguamos la explosión de una bomba, y el estruendo y destrucción que elimina a un hombre que es borrado en el acto. La pantalla se va a negro y emerge el neón azul y fucsia con el título del film, una estridente música de suspenso y somos puestos de nuevo en escena, una televisión entre los escombros, destartalada proyecta una imagen borrosa, vemos a Mr Eugene Hellpman, el director del departamento de recolección de datos dando una entrevista a la prensa televisiva. Al referirse a la creciente ola de atentados con explosivos utiliza eufemismos para imponer un discurso doctrinal. 

El político busca atenuar los actos de violencia y de sublevación que comienzan a emerger en las calles de la ciudad. Los blancos principales son el comercio y  las oficinas de gobierno. La autoridad nos habla de los llamados terroristas como sujetos que son malos deportistas que han olvidado las reglas del juego limpio y que proceden con cobardía atacando a quienes si han sabido participar limpiamente dentro del sistema. La escena cierra con una frase demoledora que recuerda la lógica de quienes cantan a los cuatro vientos que los postergados y sin voz, los pobres del mundo, están en esas condiciones, porque no trabajan lo suficiente y no quieren salir de su situación de miseria. Hellpman sentencia: “Si estas personas simplemente jugaran el juego, obtendrían mucho más de la vida”. El resto amigos, es sólo ficción.

 

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