Der Golem de Pablo Lacroix: Cubo de
Sangre y la escritura a través de coágulos.
Por Daniel Rojas Pachas.
“hay
ebriedad en este Cubo de Sangre y un toro acicalado que mastica los cuajos. Soy
sangre, costra, cicatrices, soy la soga. Soy lo que construyo, el festín sin
cadenas de un mundo sin cuerpo, el postre biográfico que acabo con mi vida” (Lacroix).
Der
Golem (Ediciones Etcétera, Concepción 2011) se presenta como un libro objeto y
performático, ciertamente es más que eso, a mi juicio es un artefacto metatextual,
que revela constantemente sus engranajes, piezas y dimensiones, todo lo que
abarca y dónde limita.
“Hay un artefacto, interóseo, invisible,
agitante, destructivo, pérfido… un demonio. Hay una voz, que sofoco, que
intento apagar, un espacio intranquilo que revive y colapsa, que me colapsa y
vivo” (Lacroix,
2011:35).
En
primer lugar quiero referirme a las filiaciones ineludibles, tanto extranjeras
como nacionales, el elemento en común es lo abyecto, el terror, lo sanguinario
y violento, en todo caso no es una violencia gratuita de machetazo y
desmembramiento, o sea una violencia bruta, al contrario, es una sinfonía de
muerte y sangre en que aparecen coralmente, Poe, Millán, Meyrink, Artaud, Bruno
Schulz, César Vallejo, Eduardo Anguita, Mahfud Massis, Tomás Harris y Boris
Calderón, en este último me quiero detener, pues es una figura rara dentro de
la poesía nacional e injustamente olvidada, y la cual considero poderosamente
emparentada con la forma de construir atmósferas que sostiene Pablo Lacroix. Si
bien en su versificación Calderón y Lacroix son disímiles, hay en los distintos
pasajes de Der Golem una reminiscencia y homenaje a Estio en la materia o el
Libro de los Adioses.
Volviendo a las taxonomías de corte hiperbólico, hay
que considerar estas como una estrategia que persigue un juego exuberante a fin
de afectar de modo directo la conciencia del lector y orientar así sus
preferencias. En esto, además del juego intertextual hay un afán selectivo y
dialógico, pues estas permiten señalar discrepancias e intereses hacia los
elementos enlistados, en ese plano entra en juego la idea de cubo de sangre como el receptáculo o
memoria que contiene la materia prima que se sumará a las digresiones, apuntes,
versos y diseños textuales, texturas y entramados que Lacroix hace gracias a su
talento permitiendo la (re)escritura y liberación del contenido del cubo en una
forma original e inesperada.
“Desde el nacimiento de mi histeria no he
controlado más mi esperma; ahora soy aquel capaz de engendrar vida. El cubo de
Sangre me ha dicho que cuando quiera y cuando desee, podré revivir falsos
ídolos, más creaturas insoportables; sólo debo hablar con la diosa Muerte para
que se acueste con el Destino”. (Lacroix, 2011:42).
En
lo exagerado y grotesco de estas analogías que rayan en lo absurdo e inesperado,
hay un orden caótico que también muestra un afán de unidad en la fragmentación
y que Cuevas destaca en los siguientes términos: “Este lenguaje hiperbólico
irrumpe como mecanismo desestabilizador de la lista misma, de la taxonomía como
estructura ordenadora de sentido”. (Cuevas,
2006).
De
manera complementaria, la lista entraña la formación de un nuevo canon. Carlos
Cuevas al respecto añade lo siguiente: “El canon funciona, no como una
revisión del pasado, sino que es un acto fundacional de los lineamientos de
escrituras del porvenir, una acción de reciclaje de lo que fue la literatura…
para instaurar una proyección” (Cuevas,
2006).
Lacroix
por su parte, nos dice: “Hay un duende,
un Golem, un gnomo, un elfo, un mutante, un ogro, un leviatán, un toro; un ser
multiforme que se arriesga y no me arriesgo, que me vence y no me venzo, que me
humilla y me humillo. Hay un cubo, un artefacto de sangre, prehistórico, desde
siglos, luchando por mi caída, aquella que no cumplo” (Lacroix, 2011:35)
Se
trata por ende de una invocación tal como Der Golem expone en el poema Cubo de sangre, nombrando seres
mitológicos, antropomórficos y constituyentes de bestiarios. Lacroix por medio
de esta interacción de significantes logra un torrente agresivo que mana a
través de toda la piel, piel que se análoga a hoja en blanco, espacio donde la sangre
coagula y es con las costras y partes de piel que el autor regenera, que se escribe y (re)construye este cuerpo. La
materia que dará vida a su engendro.
Por
ende, de lo abstracto de esa sangre ininteligible que se nutre de lecturas,
imágenes poéticas similares a los fotogramas que nos presenta el autor previo a
cada nuevo capítulo del libro, además de aquellas referencias excéntricas a
cartas Magic, links de you tube, o epígrafes perdidos que nos hacen reevaluar la
excentricidad de la cita “ ”. En esa
tensión nace este hombre reestructurándose.
“me presento ante ti, diosa gangrenada
atascando rituales que continúan nuestra
vida
te entrego parte de mi carne,
sangre de mi sangre y el resto de mis
huesos” (Lacroix,
2011:21).
Nueva
carne que primero es coagulo y allí el poeta se introyecta y emerge por medio
de la creación, nueva verdad autónoma, materia pensante que muchas veces se rebela
contra su creador, lo interpela, lo lee, lo explica y destruye.
“Bendigo tus ojos desde el instante en
que nacerás como cuerpo que no será hombre, ni sangre mamífera que fluya por tu
humor. Te volverás arte, lengua, destrozo y lujuria, tu nombre de mutante será DER GOLEM y tu conciencia dará luz,
cuando pares el derrame de este Cubo de Sangre” (Lacroix, 2011:48).
En
síntesis, puedo afirmar lo hermoso del proceso que Lacroix realiza en esta
bitácora que a mi parecer escapa a los lindes de la poesía y nos muestra
cercano a la fragmentación y discontinuidad, la raíz del proceso de lectura, el
borrador y tachadura de la creación misma y el sufrimiento del autor al
vaciarse y dar vida a entes que no son máquinas sino carne que se desprende de
la matriz del genio detrás de la obra, y también consciencia que se trasplanta
y comparte, como diría Vallejo a su creador:
“Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomado de tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado” (César Vallejo).
me pesa haber tomado de tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado” (César Vallejo).
Lacroix
nos dice: “Estoy en mi proceso, voy en tu
búsqueda, me reconstruyo. Y recordaré en mi sarcófago que mi nombre es DER GOLEM, que he dejado de ser hombre
para ser Carne del Poema” (Lacroix, 2011:49).
En
calidad de escritor, concuerdo con lo que Andrés Sáenz dice en la reseña del
libro al afirmar “Un viaje sea tal vez lo
que mejor defina Der Golem, pero no un viaje corriente u ordinario, sino aquel
profundo, aquel cambio de sentido que la vida misma genera desde su centro cada
vez que se emprende la marcha para encontrarse consigo (o escapar de sí),
travesía que cruza los espacios clausurados, lugares reprimidos interiormente,
forzándolos incluso, a costa de saber que al hacerlo morimos o renacemos en la
ruta interna que atravesamos para lograrlo”.
La
fascinación por la escritura nos va a comunicar indefectiblemente con lo abyecto,
con los miedos más profundos, con esos límites infranqueables que tentamos
esperando el abismo nos devuelva la mirada. Siempre en busca de esa revelación,
de un liberarse que quizá puede parecer un despropósito, o incluso una criatura
aberrante, exagerada o mórbida y exagerada por el afán de abarcar o no saber cuándo
y cómo frenar el genio, sin embargo, esto no resta valentía al trabajo poético
de Lacroix, por ello me sumo a las palabras del autor:
“¿Es mórbido Der Golem? Sí ¡y mucho! Pero
no lo suficiente para impedirle el paso. Este mito camina y hasta corre, porque
hay un Golem en cada lector, esperando la instancia de salir y rebelarse. Esta
CARNE POEMARIA es gorda de palabra, embutida de significante y de un continuo
significado; despertar”
(Lacroix, 2011:104).
El
cubo de sangre es la matriz, ese útero larvario, desde el cual el poeta se auto
engendra Sólo me queda esgrimir un último cuestionamiento, ¿Cuántas veces volvemos
al torrente, a ese principio de la carne para limpiarnos con nuestra propia
sangre?
Quizá
Anguita entrega una iluminación al decir:
“Si alguien pregunta por mí, respondan:
Salió y no puede entrar
Entró y no sabe salir” (Lacroix, 2011:89).
Referencias bibliográficas.
Cuevas, Carlos. (2006) Escritura e hipérbole:
Lectura de 2666 de Roberto Bolaño. En XXVI Simposio Internacional de
Literatura: “Presente y Futuro de la literatura Hispanoamericana”.
Lacroix,
Pablo. (2011). Der Golem. Concepción: Ediciones Etcétera.
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