Daniel Rojas Pachas nos ofrece el relato de una crítica, una reflexión
sobre el papel de los agentes culturales y los medios en el circuito
nortino de la literatura chilena, donde los hijos suicidas de Gabriela
Mistral, Fernando Navarro Geisse, Rolo Martínez Trabucco o un tal Paxi
Ramírez aparecen como misteriosos hombres delante de un fondo que
recuerda el espacio del desierto en Roberto Bolaño.
A propósito de un artículo de la revista 2010-2 y Los hijos suicidas
de Gabriela Mistral (Inubicalistas): En verdad, ¿Cuántos nortes hay en
el norte?
Es extraño descubrir que pasas tanto tiempo leyendo ficciones,
creándolas, teorizando sobre estas e incluso haciendo chistes aburridos y
citas irónicas sobre ellas con tus amigos “geek”; que sin darte cuenta,
de pronto te ves inmerso en una por nexos que ni siquiera premeditaste.
Todo empezó con un e-mail de un escritor de Vicuña que decía: “tengo
para ti la última copia de la revista 2010 en que escribo un artículo
sobre el norte, te puede interesar”; asumo que es por la buena onda,
porque compartimos conversación, libros y copete en el pasado, y claro,
porque vivo en la frontera con Perú y Bolivia. Acepto y le ofrezco en
reciprocidad el catálogo completo de mi editorial (envío que aún no
hago, por mucho que el paquete está allí esperando). En todo caso, a
este escritor lo conocí allá por el 2009 cuando fui jurado junto a
Elvira Hernández de un concurso llamado “Lagar”. Certamen organizado por
Arturo Volantines, “figura clave de Atacama”, en esos términos
es mencionando en el artículo “Los nortes del norte” que motivó el envío
de la revista y desde luego esta reseña/relato.
En fin, de este poeta llamado Fernando Navarro Geisse, lo primero que
conocí fue su obra “Los habitantes del fuego” que recibió la primera
mención, luego compartiría con él y otros escritores en la
post-premiación, recuerdo que fue un tour por diversos bares de La
Serena con autores cuyos nombres omitiré aunque esto suene a verso del
poema Kermesse de Germán Carrasco “lo vieron en provincia con el jurado en un bar de dudoso gusto y reputación”. Poco de eso hubo… hago la aclaración pues todo fue a plica cerrada y muy serio.
Lo curioso en esa oportunidad fue conocer a un poeta de mi ciudad, Rolo
Martínez Trabucco, radicado largamente en la cuarta región y del cual no
tenía noticia pues su presencia literaria en Arica, por lo que supe más
tarde hablando con el propio Rolo, fue fantasmagórica y marcada por una
desazón terrible – lo entiendo, Arica y el norte en general tienen ese
efecto: muchos poetas, poca buena poesía y lo mismo se puede decir de
todos los géneros literarios; sin embargo, el ego de estos artistas y su
envidia es morrocotuda.
Insisto en lo divertido de esto, pues a esa altura yo pensaba tener
rastreados a todos los escritores que pasaron desde los cuarenta por
este lugar de Chile, incluidas las generaciones de recambio y los que
todavía siguen activos por estas latitudes. Mi error fue grande y lo
confirmó otro poeta de la ciudad, que por su deseo de invisibilizarse
llamaré hombre puente. Este me contó sobre Rolo, luego de darse a
conocer públicamente el resultado y antes de que viajase a la ceremonia
de premiación a La Serena, el tipo había cosechado con un estilo
escritural teilleriano una cantidad de premios y se había paseado por
Chile, especialmente por el sur como un fantasma que acumula
experiencias, escucha historias de viejos escritores y nuevas
generaciones y, es más, en algunas resulta protagonista.
Otro dato extraño es que él sabía de mí, de la revista que tenía a mi
cargo y sobre todo de mis viajes continuos e intercambio con poetas y
editoriales de Perú, paraje que fascina y, tengo claro, continúa
fascinando a Rolo.
Bueno, el concurso ofició como una red macabra que puso como fichas
sobre el tablero al poeta Martínez Trabucco, a su servidor y, desde
luego, a Navarro Geisse; este último, esa noche comentó sobre un libro
en el cual colaboraba desde hace un rato, “Los hijos suicidas de Gabriela Mistral”,
una suerte de curaduría poética de jóvenes del Valle del Elqui cuyo
antólogo e investigador fuera Leonidas Lamm, crítico literario y poeta
frustrado, también nacido en Vicuña el año 46 y que sale al exilio rumbo
a Alemania durante el golpe de Estado, y cuyo sino de derrota sumado a
un alzheimer terrible lo empujo a la edad de 63 a autoeliminarse.
Navarro Geisse colaboró con Lamm en ese trabajo de años, lo cual
constituye un rescate de cuatro voces poéticas (ex)céntricas, cinco si
contamos a Lamm y observamos su vida como una obra de poesía mayor
vinculada de forma trágica y agonal a ese rincón del mundo llamado Elqui
y que se ve indistintamente, iluminado y oscurecido por la potencia de
la figura de Gabriela Mistral.
El proyecto debo confesar, me pareció interesante en ese momento – pero
del modo que uno dice interesante moviendo la cabeza condescendiente y
sin mayor atención. Pasaron los años, Rolo volvió a Arica y yo seguí con
mi labor como escritor y editor, en un momento tuve la idea de hacer
una serie de encuentros en la frontera y Rolo tomó un tiempo libre de su
trabajo como profesor y se dispuso a ayudarme a organizar estos eventos
que terminaron frustrados en cierta medida, por el deseo de los poetas
invitados de jugar a ser rockstars. Eso no debilitó mi amistad con
Martínez Trabucco pero sí me previno de trabajar con él y otros
escritores a la hora de gestionar cosas con el nombre de Cinosargo.
Noticias de Navarro Geisse no tenía más allá de esporádicos mensajes por
Facebook o llamadas de Rolo dada la amistad que ambos fraguaron en
Vicuña a raíz de conocerse la noche de premiación del concurso “Lagar”.
Por ello no me sorprendió tanto cuando supe que ambos harían una gira
por la frontera rumbo a Arequipa y luego a Cuzco y de allí hacia algunos
parajes de la sierra en que escritores de nuestro lado de la frontera
gustan perderse pues lo ven como Tailandia o un espacio para hipotecar
sus prejuicios occidentales, esto quizá luego sería la matriz del
artículo de la revista 2010-2 de Navarro Geisse - recalco esto a modo de
especulación, pues Geisse quizá vivió y observó cosas que despertaron
su interés y cambiaron su modo de percibir el mundo, despertando su
anhelo por completar el trabajo de Lamm y buscar por estos páramos que
hacen colindar a dos naciones, a aquellos perdidos hijos suicidas de
Gabriela, radicados en el norte profundo y mestizo de Chile; más híbrido
y ambiguo que La Serena y sus alrededores que ya huelen a sur… Desde
luego también agrego esto para no desvariar tanto y recordarle al lector
que estoy hablando del trabajo de Navarro Geisse a propósito de su
artículo “Los nortes del norte” y el libro “Los hijos suicidas de
Gabriela Mistral” en que colabora.
De ese viaje solo vi unas fotos en Facebook en las que Rolo me etiquetó y
ahí estaban los dos poetas, el de Elqui y Arica compartiendo con otros
amigos en común. Sin duda Geisse se estaba nutriendo con dinámicas y
formas de relacionarse que aunque sean minúsculas, detalles insulsos,
marcan una brecha tremenda ante la artificialidad que vivimos en Chile.
Seguro bebía en ronda del mismo vaso en clandestinos o hacía esos tours
de muerte en combis, comía en la calle y se topaba con una hospitalidad y
cariño inusitado, por eso me alegró mucho recibir unos meses después,
durante una pequeña lectura en Arica, de manos de Rolo el libro “Los hijos suicidas de Gabriela Mistral”
(Ediciones Inubicalistas, 2010). Rolo me dio los detalles del viaje y
de los planes de Geisse por peinar el territorio desde el norte chileno
al sur del Perú y así completar lo que en ese punto concebía como la
inacabada obra de Lamm, a quien denomina en su epílogo de la antología, “el único suicida real de todos los supuestos hijos de Gabriela Mistral”.
Ofrecí mi ayuda y amistad para que pudiese cumplir la empresa, no sé si
Rolo se lo comunicó pues en ese entonces no tenía ni el mail o fono de
Geisse para corroborarlo, y tampoco se lo pedí al amigo en común,
incluso el único número celular que llegué a tener del poeta de Elqui
fue por manos de otro escritor y siempre estaba apagado, pues cuando
partí a presentar libros de la editorial a Valparaíso, lugar en que supe
radicaba durante el 2010, traté de ubicarlo inútilmente.
Pero, ¿cómo saltamos al presente, al 2012 y al e-mail que propició el
envío de la revista y, por ende, al artículo de Navarro Geisse que da
pie a toda esta retahíla de encuentros y partidas?, ¿qué pasó entre
medio? Rolo tuvo una hija y continuó escribiendo en silencio como es
mejor hacerlo… yo publiqué otros libros y Navarro Geisse, que hasta
donde sabía, había declarado su suicidio literario renunciando a la
poesía, me sorprendió con su artículo sobre el norte en la revista 2010-2.
Artículo que devoré durante el trayecto en bus a Tacna, camino a buscar
a la imprenta con que Cinosargo trabaja, libros que luego debería
nacionalizar en la aduana de Chacalluta, pero eso es materia de otro
cuento… el artículo es lo que importa. Este me resultó ofensivo,
reduccionista y plagado de clichés, me molestó como editor por ciertas
livianas declaraciones que hace Navarro Geisse al indicar que el norte
fronterizo ha sido y es un erial literario al señalar: “no ha habido
hasta el momento –que yo sepa- nadie de estatura poética suficiente para
representar la zona fronteriza, la zona del encuentro/desencuentro con
el Perú”.
Navarro en su ignorancia de turista con cámara Nikon al cuello y chullo
improvisado a fin de mimetizarse, desconoce de plano el trabajo poético y
editorial de muchos y, para colmo, se lanza a la tarea de pontificar a
un poeta del cual, todos los que vivimos y trabajamos literariamente en
estas latitudes, jamás escuchamos, cosa curiosa, pues este supuesto
escritor nace en Arica, de padre peruano y madre chilena. Paxi Ramírez
es un año menor que yo y comparte mis siglas patronímicas, en ese
instante sólo podía pensar en una parodia insulsa que más encima a
juicio de Navarro Geisse representa el futuro escritural de este yermo
maldito lo cual a mi juicio es otra forma de negación del trabajo
literario de una gran cantidad de autores valiosos, y lo peor es que el
mentado Paxi escribe como un diluido manu chao en su tema clandestino:
Qué paja, hermano
como las huevas
pasamos Chacalluta
Qué paja, hermano
Como las huevas
vendrá Santa Rosa
Qué paja, hermano
Como las huevas
Es la Tierra de Nadie
Mi única tierra
Qué paja, hermano
Como las huevas
peruano chileno
chileno peruano:
Qué paja, hermano
Como las huevas
siempre estoy lejos
cuando estoy cerca
-del poema Qué paja -
Geisse de mierda, ¡Geisse de mierda!, fue lo único que pude repetir un
buen rato como un mantra… se caga en nuestro patio y luego manda un
artículo de esto como una postal en la que exhibe paso a paso cómo se
guanea en mi casa, para que más encima contemplativo le celebre la
gracia… es cierto, en ese momento no era mi yo escritor el que hablaba,
sino el editor y pude gracias al primero reaccionar y darme una bofetada
lenitiva preguntándome, pero Paxi puede que no sea una parodia, sino un
poeta como Rolo, a quien desconocías totalmente antes del “Lagar”
-agregué en mi monólogo- no puedes autovenderte esa pose de patrón de
fundo nortino y creer que tienes toda la región monitoreada como
Ozymandias en Watchmen; y es claro que hay voces, poemarios y
editoriales que escapan a tu conocimiento, estás siendo demasiado duro y
soberbio, escríbele a Navarro y pregúntale por los datos de este poeta
nortino, por eso surge la pregunta de cajón, las disyuntivas y
confusión… quién es este Paxi Ramírez, supuesto avatar y mesías listo a
redimirnos… El conflicto es evidente, Paxi puede ser la suma total de
los que escribimos y pensamos la literatura en este lado del mundo,
quizá otro Rolo, un ser con logros de los cuales no tenías noticia
alguna y que Geisse descubrió en sus viajes y que yo en mi soberbia de
feudalista y paranoia veo como un intento paródico de mi persona
hiperbolizando una lectura que no existe, pero luego mi mente retorna al
libro “Los hijos suicidas de Gabriela Mistral” en que Navarro Geisse
declara:
“Y esto que voy a contar me parece ahora doloroso y retorcido, que
conste. Pues bien, ahí va: uno de los autores recopilados es en realidad
una entelequia creada por mí y por Pedro Álvarez. Alfonso Pinto,
supuestamente único poeta de esta antología que realmente se habría
suicidado, es en realidad un personaje que inventamos a partir de textos
elaborados por Álvarez, siguiendo sus ejercicios de experimentación
poética en base a crónicas rojas.
Su biografía y la carta de suicidio son de mi autoría. Partió como un
juego que hicimos al profesor en la primera etapa de su investigación.
Posteriormente, cuando el análisis de los textos de Alfonso Pinto
quedaron dentro del artículo del profesor que apareció en Komala, nos
pareció que realizábamos un sueño de muchos escritores: fundir ficción y
realidad, vida y poesía de forma potente, indistinguible. Pronto
comenzamos a tener sentimientos de culpa y vergüenza que nos
atormentaban”.
Entonces, como en los viejos tiempos, Navarro Geisse da cuenta de su
prontuario, tiende a su juego a lo Borges, Pessoa o Wilcock de crear
biografías y obras fantasmales, aunque puedo equivocarme, la pregunta
sigue latente… Paxi puede estar por allí y quizá termine leyendo este
artículo dando prueba material de mi error… pues es así como uno sin
querer termina escribiendo un artículo que debiera ser la reseña de otro
artículo y libro y funde ambos en un pseudo relato, pero acaso,
pregunto, ¿no todo lo que conocemos y hemos aprendido, es al final parte
de un relato…? Y, asimismo, ¿no es la manipulación de fuentes y
cristalización falsa de obras y biografías el juego predilecto de la
academia y todos esos podridos sistemas de legitimación del arte que
tienden a canonizar y centralizar nuestras lecturas? El mismo Lamm lo
dice a propósito de Gabriela Mistral en su prólogo a la antología de
poetas jóvenes del Elqui:
“la figura de Gabriela Mistral se convierte en paradigma al momento
de analizar el destino de la imagen del intelectual exitoso chileno.
Asombra lo fácil que es manipular la estampa de cualquier prócer con
cierto renombre dentro de la población, ya sea para obtener beneficios
económicos con marcas comerciales, o para echar mano de su figura cuando
ya no problematiza políticamente a los gobiernos de turno. Es lo que
sucedió precisamente durante la dictadura militar chilena, la que dio
énfasis a Gabriela Mistral, convirtiéndola en papel moneda y carne de
estatua, en parte para invisibilizar la molesta presencia de Pablo
Neruda, otro referente obligado dentro de nuestra cultura, cuyas
manifiestas inclinaciones políticas e ideológicas eran una piedra en el
zapato para un régimen derechista carente de figuras públicas culturales
que contrastaran en peso con el grueso de las ideas contenidas en los
textos literarios del Premio Nobel de 1971.
Se ocultó sutilmente entonces que Gabriela Mistral había apoyado al
Frente Popular que llegó al Gobierno en 1938, que defendió a Sandino
frente las Naciones Unidas, que buscó infatigablemente propiciar una
reforma agraria en nuestro país, que advirtió a la gente en
Latinoamérica sobre la venta de sus recursos a naciones extranjeras, que
estuvo siempre del lado de obreros, campesinos e indígenas, y que por
último desarrolló sostenidamente una postura radicalmente antimilitar.
La manipulación de su imagen contó con el apoyo de la pereza crítica de
las grandes masas de nuestro país, favorecida y alimentada por supuesto
por un gobierno que prefería el analfabetismo y la precariedad
intelectual de los sectores más desposeídos, que su desarrollo como masa
pensante y verdaderamente constructiva. Fomentó de esta forma su
necesidad de santones, santos y héroes deportivos de los que
enorgullecerse, convirtiéndola así en figura equiparable a Miguel Ángel
Poblete y la virgen de Villa Alemana, Sor Teresita de los Andes, Martín
Vargas o Hans Gil de Maister [sic], todos ellos figuras que en distintos
ámbitos servían para desviar la atención de las atrocidades y
coerciones físicas e intelectuales forjadas durante el gobierno militar”
Entonces entre las palabras de Lamm sobre Gabriela Mistral, y los dichos
de Navarro Geisse a propósito de Paxi, uno tiende a problematizar su
propio rol de crítico, editor e incluso promotor de algunas antologías
en este lado -¿no estaré jugando el mismo papel de falso cristalizador,
canonizando con los fines erróneos, jugando al pastiche de elevar
nombres e invisibilizar a otros? ¡Geisse de mierda! -dije de nuevo, pero
el tono ya no era de rabia sino de admiración hacia su trabajo por
generar una tensión en torno al norte en una revista como 2010-2
(Santiago de Chile, Pfeiffer, 2011) a la que ese mote de poesía nortina
ubicado en un apartado llamado “fértil provincia”, quizá solo
corresponda a una pega que justifica el Fondo del Consejo de Cultura o
como acto de buena crianza, una política correcta de inclusión, la
maldita discriminación positiva que propugna odiosas alusiones a ese
otro Chile que no importa en verdad, quizá me equivoco y les estoy
tirando un palo innecesario y gratuito, pero en la mayoría de medios es
así…por eso sin darte cuenta, ya que pasas tanto tiempo leyendo
ficciones, creándolas, teorizando sobre estas e incluso haciendo chistes
aburridos y citas irónicas sobre ellas, acabas sin querer perdido en
esa delgada frontera de realidad ficción. Solo me queda parafrasear a
Navarro Geisse: “De todo corazón espero que después de lo que acabo
de declarar, Navarro Geisse no pase por tonto. Prefiero quedar yo como
un imbécil, un cobarde, un mal amigo”.
Por Daniel Rojas Pachas.
Descargar: Los Hijos Suicidas de Gabriela Mistral.
Visita también: Ediciones Inubicalistas.
1 comentario:
Muy bueno, Daniel! Muy interesante el uso político que se le dió a Gabriela Mistral.
Un abrazo desde Santiago!
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