This city is afraid of me. I have seen its true face:
una lectura a rorschach de alan vargas por daniel rojas pachas
Sobre rorschach de Alan Vargas presentado en la FIL del Zócalo 2018
Walter
Kovacs, mejor conocido como Rorschach,
guarda como personaje un germen intertextual y de reescritura implícito. Alan
Moore y Dave Gibbons lo crearon para reemplazar a Question, vigilante creado por Steve Ditko para la empresa Charlton, la cual fue adquirida por DC en los ochenta. Cuando los ejecutivos
de Detective Comics se enteraron de los
planes de Moore, le impidieron usar a Question
a su antojo, pues el británico tenía pensado mostrar la faceta sociópata y
fascista de los encapuchados,
poner
en tensión el concepto de heroicidad y mostrarnos que bajo los ideales de
justicia subyace un elemento de totalitarismo, para colmo terminaría por liquidar
al recién adquirido trademark al
final de su miniserie.
Tomando
en cuenta estos elementos, quiero iniciar mi lectura de Rorschach, texto híbrido o agenérico de Alan Vargas. El libro no
consigna a un autor, sino a un aplicador, pues Vargas aparece sindicado como el
psicoanalista de Walter Kovacs, o sea tomando el lugar del Doctor Malcom Long
en el capítulo “El abismo devuelve la mirada” de Watchmen.
Algunos
lectores podrán pensar en la autoficción o en las variaciones que puede haber
en torno a la autofiguración y los límites entre autor y personaje o autor y sujeto
de la enunciación, yo creo más bien que Vargas es un buen lector de Moore, por
eso busca seguirle el juego al escritor de La
Broma Asesina y aplica las técnicas que el buen Alan Moore utiliza para desafiar
los límites autoimpuestos por el cómic norteamericano. Vargas transgrede las
convenciones del género poético, del yo lírico y del diseño textual y se
introduce en el texto como en un relato de Calvino o Borges y cumple el rol de
interlocutor de su hablante, dejándose arrastrar al abismo.
Este
primer rasgo, que en teoría conocemos como metalepsis (ruptura de los niveles de
representación de la realidad en un texto), Moore lo utiliza en Watchmen a través del “Relato del navío
negro”, un cómic dentro del cómic. Este juego de mise en abyme será un primer vaso comunicante entre Watchmen y el libro de Vargas, sin
embargo, hay un segundo nexo más importante y evidente, el cual ya mencioné al
inicio de este texto, la reescritura y apropiación de un personaje. Moore toma
a Question como base para su
engendro, mientras que Vargas toma al engendro de Moore, su historia y voz, su
psique y conflicto, para recrear al personaje e interpelar a nuestra época.
Rorschach vuelve a escena treinta y dos años
después de la publicación de lo que ha sido llamado por la crítica, una de las
diez mejores obras, sino la mejor obra del comic
book americano.
Rorschach habla en pleno siglo XXI, en un
mundo que se debate entre lo políticamente correcto y la hipocresía. Es
imposible al leer el libro de Vargas y confrontar el soliloquio
fundamentalista, xenofóbico, misógino y conservador de Kovacs, no pensar en
cómo este sujeto vería a los veganos recalcitrantes, a los pet friendly, a los eco
friendly, a los próvida, a los sin popote por favor, a los pro aborto, a
los anti aborto, a los que llaman feminazis a las mujeres, a los que llaman
hijos a sus gatos, a los que promueven luchas en causas.org para cambiar los
finales de Star Wars, a los poetas y
su autobombo y a las activistas rusas que arrojan cloro a la ingle de hombres
que viajan en el metro, sentados con las piernas abiertas. Rorschach es un fascista, Batman es un fascista, Travis Bickle es
un fascista, Harry el sucio es un fascista, Punisher es un fascista, Judge
Dredd es un fascista, los vigilantes son fascistas, se toman la ley en sus
manos y hacen el trabajo sucio que otros no se atreven a realizar, creen en
dogmas recalcitrantes, ostentan una ética inamovible, promueven la razón de
estado[1] y su ideal de
sociedad castiga y deshecha a los
desviados, porque para proteger a las ovejas de los lobos, se necesita a otro
lobo.
La
pregunta de fondo que el libro de Vargas pone sobre la mesa, es qué puede
llevarnos a empatizar con el discurso de un personaje que se balancea a pasos
del horror; en el caso de Rorschach me
atrevo a señalar que no es sólo un traje cool
y frases demoledoras, es sobre todo ese conflicto que plantea Nietzsche cuando
nos advierte sobre aquellos que combaten a los monstruos y el abismo inminente.
El asunto no es tan simple como parece, en un mundo lleno de defensores de los
derechos de otros, cuyas actuaciones quedan en muchos casos, sólo en un remoto like o mera palabrería, Rorschach se erige como un motor imparable.
Podemos pensar en su reacción frente al comportamiento de los vecinos de Kitty
Genovese; casi cuarenta personas escucharon sus gritos mientras era violada y
asesinada en la puerta de su apartamento y nadie hizo algo. Kovacs dice: “descubrí
cómo era la gente, detrás de excusas, detrás de autoengaños”. Rorschach no transa sus valores, ni
siquiera de cara al Armagedón.
Vargas
ingresa a la compleja mente de este personaje, lo cual permite a un lector
atento de Moore y de Watchmen,
dialogar con las referencias sutiles al cómic y al origen del personaje: el
efecto espectador o síndrome Genovese que motiva a Kovacs a convertirse en un
vigilante, su madre prostituta, su infancia miserable, los bullies que el joven pelirrojo apalea en un callejón, la confección
de su máscara y el punto sin retorno, que lo lleva a convertirse en juez y
verdugo. Un hombre descuartiza a una niña y da de comer los trozos a sus perros,
sujeto y animales son mutilados por Rorschach,
dejando a Kovacs morir del todo.
Todos
esos momentos, el texto de Vargas los arroja como flashes, pequeñas cápsulas de
memoria filtrándose en un discurrir verborréico que también deja de manifiesto
ciertos lugares comunes del utilitarismo y sentir patrio de los Estados Unidos
y su cultura de otro día, otro dólar.
Lo
interesante de Rorschach, y allí
radica el genio creativo de Moore, es que no quiere mostrarnos al típico boy scout
maniqueista como Superman, inclinado hacia el impoluto blanco. Rorschach es un mal necesario en las
cloacas y su cruzada es un espejo deforme de la frialdad molecular del Dr
Manhattan, un dios entre hormigas o la búsqueda utópica de Ozymandias y su
mecanismo para cortar el nudo gordiano que aqueja a la humanidad: sacrificar a
millones para salvar a billones.
Rorschach encarna la feroz simetría que
anida en nuestras sociedades distópicas, pues “no puedes hacer un omelette sin romper algunos huevos”.
Vargas con inteligencia nos obliga a confrontar al potencial fascista que todos
llevamos dentro, ese ser implosivo que emerge indignado y ultra conservador
cuando nos vemos cara a cara con el mal absoluto que aplasta toda vía
diplomática, utopía de flores y reconciliación.
Hasta
el sujeto más equilibrado y tolerante, se ha visto en la situación de exigir orden
y justicia a cualquier precio y ha agredido a
otro al menos a nivel simbólico o verbal. El libro de Alan Vargas nos
pone de cara frente a cuatro cavidades en las que observamos la perversidad y
la depravación y nos lleva a preguntarnos por la esencia de los discursos
extremos, y esas ideologías y gobiernos que surgen en nuestro continente, sin
ir más lejos, y ponen en el poder a tipos que prometen restablecer los viejos
valores y someter a los criminales a cómo de lugar, su populismo se aferra al
miedo inveterado. Frente a los relativismos y la postverdad que anula todo
asidero, surge para muchos ciudadanos una especie de faro de cordura en sujetos
que apelan a lo primal, neoconservadores que saben que botones oprimir para
estimular ese pequeño fascismo que todos tenemos, aunque queramos taparlo con
consignas y pegatinas de autoayuda y buena onda.
Me
refiero a esa parte básica que grita estoy harto de ser la víctima, de ser un
postergado, de no tener trabajo o un lugar por culpa del que está al lado,
quiero una reivindicación. Rorschach es
en última instancia un veterano desencantado con el mundo que devino tras las
promesas fallidas del sueño americano, es también un sujeto como el Gary Cooper
que añora Tony Soprano, ese que no está en contacto con sus sentimientos y sólo
hace lo que debe hacerse, lo cual nos lleva al viejo problema, sintetizado en
la locución latina de Juvenal: ¿quién vigila a los vigilantes?
[1]
"Cuando se trata de la salvación de la
patria, hay que olvidarse de la justicia o de la injusticia, de la piedad o de
la crueldad, de la alabanza o del oprobio y, dejando de lado toda
consideración ulterior, es necesario salvar a la patria, con gloria o con
imaginación." (Maquiavelo, "Discursos sobre la primera década de Tito
Livio" 105). Respecto a Batman, José Ramón Narváez Hernández nos
señala: "Batman es capaz de resistir esta persecución porque
conoce el mal, porque lo mueve la venganza y por tanto es el más apto para
decidir cuándo utilizar la violencia a favor de ciudad Gótica, es el lado
obscuro de la justicia, la razón de Estado que necesita del estado de excepción
para poder obrar con rapidez y eficacia" (Narváez, "Razón de
estado y razón de justicia").
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