Carlos Droguett comenzó
a publicar sus cuentos en el desaparecido diario "La Hora " a raíz de una
polémica con Miguel Serrano; versaba sobre el cuento y tuvo como campo de lucha
la revista "Hoy". Francis de Miomandre los tiene en su poder, los ha
traducido y ha publicado algunos en revistas de París, los ha calificado de
"admirables". Droguett introducía, fuera de su estilo, una novedad
al cuento nacional. Su forma estilística parecía a ratos transformarse en un
líquido; quería abarcar todos los matices internos y exteriores en una sola
masa fluyente sin desuniones, sin fisuras y, sin embargo, en movimiento; y su
contenido estaba formado por grandes bloques emocionales en los que la
subjetividad del autor estaba presente, sin estarlo él, pero siempre presente.
Una excepción parece ser el que dedicó al padre Gómez, de San Felipe; fue un
primer ensayo que no ha continuado.
* * *
Después de publicar su
cuento "Los Muertos del Seguro Obrero" y de su destacada labor
periodística en el diario "Extra", Droguett se sumergió en el
silencio. Su producción aflora hoy día con esta novela que la Editorial Nascimento
premió en su concurso. No es su única obra; tiene seis libros, algunos de los
cuales han merecido de Miomandre juicios parecidos al citado más arriba; pero
los editores hasta hoy no se han preocupado por ellos y sólo ahora que su
nombre salta a la publicidad por el Premio Nascimento, las editoriales piden
su concurso. Es la costumbre, la publicidad antes que el mérito intrínseco. Es
el ribete de sombra que siempre acompaña a los triunfos; y es lo que hace que
los que triunfan miren con cierto desdén a los demás y a su propio triunfo.
* * *
He citado su libro y su
trabajo en "Extra" porque son dos de los orígenes de su obra actual.
"Sesenta Muertos en la escalera" es en su núcleo los muertos del
Seguro Obrero; pero también se le amalgama algo de lo que publicó como
folletín sobre el antiguo crimen de calle Lord Cochrane; y además otros
elementos.
Tiene interés
secundario juzgar el aspecto formal en que dos hechos, tan distantes en el
tiempo y tan diferentes en su esencia como el asesinato de calle Lord Cochrane
y la matanza del Seguro Obrero, han sido fundidos en una sola pieza; eso forma
parte de la característica fluyente, líquida, como dije más arriba, del estilo
de Droguett. Pero ambos inciden por igual en un tema: la muerte; la muerte que
es el punto distintivo, el signo fatal de un determinado régimen en el que
toda acción humana parece empujada hacia ella; y la muerte que parece haber
sido una obsesión de Droguett; es el reflejo más fuerte
que el régimen ha impreso en su espíritu de disconforme y que ha impregnado
toda su psiquis de hombre que no se adapta al medio y reacciona por todos los
poros contra él.
* * *
A primera vista este
libro aparecerá como una gran vid de cementerio plantada en tumbas y que
produce racimos de muerte. Toda la muerte, sobre todo la violenta en sus
distintas formas, florecen en él; la de los asesinos a arma blanca a la luz de
los faroles en las tétricas esquinas del arrabal; la de los suicidas en los
fríos canales de agua parda; las del asesinato en las inexpresivas y, sin embargo,
características piezas de la mediocridad burguesa; la de la guerra, la de los
fusilamientos y sobre todo, las de la masacre efectuada en pleno centro de
Santiago; y junto a ella, todas las pérfidas malezas de la penumbra humana, los
frutos de un sistema de penumbras; la lubricidad fría, el instinto primitivo,
la crueldad, la brutalidad, el impulso sin sujeción y la crueldad metódica
manejada con mano helada que se transforma en un pesado mecanismo de acero que
pasa sobre cuerpos humanos, triturándolos, deshaciéndolos, haciendo saltar
sangre y pedazos de entrañas como una máquina de moler carne movida por una
cocinera que piensa en el guiso, pero no en que la carne que muele fue antes
animal vivo.
* * *
La muerte, la obsesión
de la muerte y de los muertos, es patente aun en la obra periodística de
Droguett. No es el problema metafísico ni el personal de la muerte propia sino
casi se diría, la voluptuosidad dolorosa de ella; hay en su espíritu un
desajuste, la existencia de dos términos que no puede conciliar entre la
necesidad de vivir, la utilidad y la belleza de vivir y la existencia de
muertes acaecidas sin razón, por voluntad exterior, sin que hubiera una causa
o una obligación trascendente para que ellas acaecieran. Esto refluye en las
circunstancias que detalla en cada una; vuelve a reflejarse en los elementos
circunstanciales, a los que da concisa y fuerte vida artística. Las cosas
toman entonces una vida propia; son elementos que tienen un destino y que lo
cumplen los muebles, los faroles, las luces, las calles; y también los
elementos naturales; todo lo creado por el hombre y la naturaleza en que fue
creado sigue cumpliendo su sino y su tarea; a veces los hombres lo desligan de
ello y le dan usos que no le son propios; pero, luego, continúa su ruta; sólo los
hombres, los creadores, los que lo han fabricado, son apartados de su ruta
propia, desarticulados, despedazados y muertos. Aparecen como lo único
transitorio y lo único que no cumple su papel.
* * *
Esto, con ser mucho,
sería poca cosa. Esta muerte omnipresente, esta contradicción entre la vida que
podría ser realizada en todos sus aspectos y la muerte que le cierra los
caminos, entre unos hombres empujados por sendas torcidas que lo llevan al no
ser luego de no haber vivido, y la oposición entre las cosas que lo cumplen y
que por consiguiente viven y los hombres que no la cumplen y mueren sin haber
vivido, tiene una raíz más honda. No hay que creer que Droguett es un amante de
la muerte; siente su presencia y su imposición inoportunas. Antiguos artistas la
sintieron y la expresaron sólo para determinados seres. La manifestaron
concisamente. Hay grandes ejemplos; citaré algunos imperceptibles. El de
Petrarca, por ejemplo, en su famoso "Soneto":
“Io son colei che ti
di' tanta guerra
E compiei mia giornata
innanzi sera”.
O el de Ronsard:
“Avant soir ce clorrá
ta tournée”.
Y en François Villon.
Musicalmente la
encontramos en Wagner en la música funeral de Sigfrid o en Beethoven en la
marcha funeral para un joven
héroe. Pero Droguett la siente en todos; ve su amenaza y su presencia en toda
la vida humana y no sólo en un grupo de personas; de ahí que haya ampliado su
antiguo libro y haya escrito el actual en el que ella, la muerte, se presenta
en todos los ambientes. Más que eso; no viene, la traen, la fuerzan a actuar,
la obligan a efectuar antes de tiempo su tarea.
* * *
El trauma que algunos
filósofos modernos creen notar en la base psíquica del individuo cuando éste
toma contacto con el mundo exterior y con el prójimo, parecería estar
amplificado en toda la personalidad de Droguett. No creo en la existencia de
él. El hombre es por especie un ser colectivo; el trauma se produce no en la
psiquis del individuo en el ambiente normal sino cuando ese ambiente no
permite la libre manifestación de los elementos potenciales; cuando el
ambiente por uno u otro camino, cierra las posibilidades, tuerce las rutas,
impone formas agobiadoras e injustas; para explicar este hecho, antaño se habló
de la herencia; hoy parece estar de nuevo de moda echar la culpa a la
naturaleza y al paisaje circundante; se ha citado con exceso para darle vida,
la famosa frase de Portales "el peso de la noche" y se habla de la
influencia de la cordillera, del mar, de los valles transversales y cosas
semejantes. El ambiente lo crean la colectividad y su régimen. Y el régimen es
hoy un fenómeno internacional; por más que se diga no es un régimen que conceda
a todos las mismas posibilidades; y los obstáculos infranqueables que oponen,
no son aquellos que sirven de estímulo y formación de la voluntad sino que la
debilitan y la aplastan; no se llega mediante la voluntad como no sea la aplicada
a cosas mínimas y míseras; se llega negándose a sí mismo, traicionándose,
entregándose o vendiéndose. Pero no todos lo saben o lo quieren hacer. Para eso
hay dos caminos; uno adquirir la conciencia precisa de la situación y ubicarse
donde le corresponde para luchar desde allí; otros, sin haberla adquirido jamás
o sin haberla formado aún, sienten a cada instante y en todo su ser los golpes,
las heridas, las injusticias, las humillaciones.
* * *
El artista tiene, por
serlo, una sensibilidad más rica y organizada; a veces, una hiperestesia; lo
que en los demás es sólo un pathos localizado, en él se
amplia, abarca otras regiones, llega a interesar todo el espíritu, a veces el
cuerpo, y sigue ampliándose más allá, reúne toda la especie; con él fabrica
todo un sistema y lo proyecta hacia la vida total; puede ser que yerre en los
detalles; se equivoca al reducir la vida humana a ese sistema; pero no puede
negarse que su enfoque es también verdadero; enfoca y crea a través de él una
realidad artística que no tiene más defectos que el haber transformado un
aspecto parcial en una universalidad. Lo hace por la restricción y la falta de
precisión de su conciencia. Le faltan las verdaderas orientaciones. Pero su
obra refleja una realidad; es un corte doloroso en una realidad dolorosa e
injusta.
* * *
Carlos Droguett, lo
sabemos bien los que lo conocemos, ha sentido toda la hostilidad del ambiente
y ha reaccionado siempre contra ella. Esta obra lo demuestra, porque en ella
no está sólo la muerte; están la pobreza y sus consecuencias, están las
deformaciones a que es sometida la personalidad, están las desviaciones a que
son empujados los seres. Es un gran cuadro emocional al que falta para ser
completo el soporte de la ideología, de la explicación, de la salida. Droguett
está aún encerrado en su individualidad; ella es amplia y rica y alcanza a abarcar
el sentimiento, la emoción, el drama y la tragedia de las demás vidas; pero es
aún su individualidad; nadie le pide que abdique de ella ya que ello sería
pedirle que abdicara a ser artista y a dejar de ser a secas; pero ella podrá
ampliarse aún más, fortificarse, al revés de lo que creen o dicen los que han
planteado mal el problema del individuo y de la colectividad, si se resuelve a
relacionarla con su verdadero medio creador, a darle una razón de ser, una
razón de actuar, una razón de crear que vaya más allá de la sola voluntad o
necesidad de crear; eso es cuestión de convencimiento intelectual, pero a ello
se puede llegar y aún se debe llegar por el camino de lo emocional y del arte.
* * *
En su libro Droguett ha
reflejado todo un aspecto morboso del régimen; es una obligación imperiosa de
él la que lleva al mismo destino a Corina, a Diego, a la fuerza armada a tanta
distancia de tiempo y en circunstancias superficiales tan diversas; todos
viven una vida que no es la suya, sienten con violencia el desacuerdo entre lo
que quisieran ser y lo que son obligados a ser; unos tratan de liberarse de
esa pasión por el camino de la satisfacción del instinto; otros se justifican con
una orden; todos protestan, pero su protesta es mínima y limitada. También es
patente en la obra la insuficiencia de esa protesta y la monstruosidad de
seguir bajando la cabeza para seguir siendo lo que son. Pero, en esa protesta
personal y débil, subjetiva y emocional, se cierra el libro. Se cierra con el
triunfo de la muerte. Allí radica la limitación del estado actual de Carlos
Droguett.
* * *
Carlos Droguett ha
singularizado aún más su estilo; en el libro podemos notar diferentes muestras
de él que indican, seguramente, los momentos diversos en que escribió; pero
todos llevan el sello de su personalidad. Su frase es larga y en ella acumula
los matices; a ratos, muchísimas veces, su reacción artística exasperada, de
inconforme, rompe el fluir natural; las cosas y aún las partes del cuerpo
humano adquieren vida y destino propios; Droguett los proyecta en papeles
propios como si pudieran seguir existiendo, tales como son, fuera del sistema
de relaciones para el que han sido creados y dentro del cual actúan; digamos un
corazón que pudiera seguir siendo corazón y actuando como tal sin el resto del
organismo o una cabeza que continuara siendo cabeza y actuara como tal,
separada del cuerpo. No creo que haya en esto ninguna intención ni influencia
de esencias o de fenomenología; Droguett hace eso incluso con las personas;
imagina lo que serían fuera del medio, pero como si siguieran actuando tal
como el medio las formó, pero sin que éste exista. Es más bien una
manifestación de fantasía emocional; también Manuel Rojas, en "Hijo de
Ladrón" ha creado páginas semejantes; pero Manuel Rojas lo hace en grandes
planos organizados como el de las casas y las calles de Valparaíso, o las
páginas que se refieren a la lesión pulmonar. Droguett se limita a los solos objetos,
su fantasía es más inmediata y más directa.
* * *
Carlos Droguett está en
el principio de su carrera artística. Ahora que muchos obstáculos que lo
ahogaban han caído, por mucho dolor y trabajo que le haya costado derribarlos,
su visión se ampliará indudablemente. Ha superado una valla y es lógico que
desde lo alto de ella se contemple el panorama más amplio que cuando se estaba
a su pie. Lo importante es superar vallas, pero no olvidarlas; lo importante
es hacer de la experiencia personal una parte de la experiencia colectiva. La
muerte es uno de tos signos del sistema actual, pero puede ser, no esquivada,
pero sí empujada a su campo natural; la miseria colectiva, la alienación de
los hombres, la entrega al instinto, la malevolencia, todo el cuadro puede ser
vencido. Una flora de la penumbra es vencida por la luz del sol; Carlos
Droguett es uno de los más poderosos prosistas jóvenes de Chile; tiene todo lo
necesario para ser uno de los primeros si no el primero entre nuestros
novelistas de mañana. Está bien pertrechado y no sería leal ni con su vida, ni
con su experiencia dolorosa, ni con los suyos, ni con sus personajes trágicos,
si no utilizara todo lo que tiene para que mañana no haya Corinas, no haya
órdenes de muerte, para que Diego no sucumba en una fría mañana de arrabal a
mano airada, para que Corina no deba casarse con David, para que no haya
carabinas que maten a los estudiantes y para que no haya sesenta muertos en la
escalera.
JUAN DE LUIGI
No hay comentarios:
Publicar un comentario