Me miro en el espejo y no veo mi rostro. / He desaparecido: el espejo
es mi rostro. / Me he desaparecido; / porque de tanto verme en este espejo roto
/ he perdido el sentido de mi rostro / o, de tanto contarlo, se me ha vuelto
infinito / o la nada que en él, como en todas las cosas, / se ocultaba, lo
oculta, / la nada que está en todo como el sol en la noche / y soy mi propia
ausencia frente a un espejo roto.
La Vejez de Narciso -
Lihn
Ego de Oscar Ramirez nos presenta
una mirada al sujeto postmoderno, una apreciación fragmentada del reconocerse,
hacer presente al otro (la alteridad), enfrentar el devenir y en ese proceso
disociaserse de prácticas que nos identifican como comunidad.
Me permito algunas antojadizas
alusiones y citas del libro:
El mes morado: "mientras apuran abandonos e inviernos,
la claridad que en tiempos buscamos soñando milagros, / brindando testimonios
del octubre que florece con el morado, con el mínimo intento pizarniano"
Las gestas patrias: "Los meses de julio tienen sentido con
decencia de madre, o patria, o sueldo, o descanso".
Sintetizando, el poeta nos dice: "Servido el cuerpo en bandeja, vengo a
celebrar la rebelión definitiva de mis especies, / a deslindarme de todo
aquello que bibliotecas ocultan: no se es más por maldecir, ni menos por
adorar."
Como señalaba Deleuze estamos
ante un dividuo y no in-dividuo, lo dividido como tal, representa aquello que
puede estar en muchos lugares a la vez: vive el tiempo de la escuela a la vez
el del preuniversitario, vive el tiempo de la oficina a la vez que el del
gimnasio, vive el tiempo de la fábrica a la vez que el de la capacitación y
todos ellos a su modo viven en el tiempo de un reality, de una guerra, de una
telenovela.
El yo poético se disgrega en la
memoria y en la práctica diaria de observar y ser testigo de su tiempo, y sobre
el tiempo, vale la pena recordar lo que dijese Shakespeare «The time is out of joint» al respecto, Derrida explica
en el capítulo primero de “Espectros de Marx”: “el tiempo está desarticulado,
descoyuntado, desencajado, dislocado, el tiempo está trastocado acosado y
trastornado, desquiciado, a la vez desarreglado y loco (…)
Por tanto, no es caprichosa la
selección del nombre espejo o speculum para el inicio del libro, como en el
antiguo género medieval que nos proporcionaba retratos morales y filosóficos,
Ramirez a través de su poesía nos provee de un reflejo propio e introspectivo
de su tiempo, sublecturas y códigos personalísimos, pero también entrega al
lector, en ese diálogo diferido y mediato, un recuadro ambiguo, deforme y
movedizo del tiempo que compartimos y nos separa.
"Observo los murales y
comprendo que todo es hermoso cuando nadie lo necesita". Reclama la
poesía.
La calidad de sujeto
testimoniante y el flâneur, esa actitud de reconocerse en tránsito y en
continuo proceso de lectura y escritura de la realidad se acentúa a medida que
avanzamos en el poemario. Ese ocio increíble del que somos capaces, se hace
consciente. «El único, el verdadero soberano de París es el flâneur» el ego
fragmentado del libro, se reconoce soberano de su existencia al vagar, por
medio del viaje conmemorando las distancias y en definitiva alejándose de los
argumentos de unión, de sedentarismo.
Una cadena no significa prisiones; mas puede con delicadeza convertirse
en argumento de unión. \\ Eso sí: nunca una maroma de prejuicios vulgares
complementan fechas. \\ Para lo propio, mientras rebusco la agenda, hemos
copado calendarios con espera.
En esos recorridos el mar y la
mujer se engarzan como una imagen de lo vital, un recordatorio de la naturaleza
y pequeñas fuerzas que se abren camino o dejan una estela de vida entre medio
de la agonía hecha rutina, desbocamiento y caos aún latente y en ruinas
producto de situaciones en extremo cotidianas, el pesar de autobuses que son
máquinas del extrañamiento, la observación de un muelle en decadencia como
significante de la niñez y la nostalgia de tiempos de libertad trás los relatos
de una señora...
el poeta dice: "Se puede vivir sin estar casado, pero
nunca sin ser feliz, / por ello los vientres se llenan de nueve meses, niños
abundan del colegio travesuras, / madres cocinan la muestra más bella del mar
así sea con los bolsillos tristes, /y los amantes corren a diario maratones de
espías tratando de imitarlos correctamente."
(...) y luego agrega: "Mientras habla de su infancia, imagino
acciones, sonrío: / de esta forma pasajera me habita la felicidad. \\ Con su
memoria evocamos lo perdido: pretextos del no haber. \\ El tiempo es antiguo
regente, creando de serenatas y mascotas canciones añoradas. \\"
El mar y la mujer, revisitadas a
través de la poesía como manifestaciones de la naturaleza, aluden a la idea de
abrirse paso con violencia por encima de los límites de las arquitecturas,
filtrar tanto las grietas en estructuras de concreto y madera como los
intersticios del pudor y esos primeros encuentros de juventud.
"Veo a través de la aguja el hilo de tu vestido a medio recorrer.
\\ Tendidos como pescados muertos aireados por la fiebre, /" (...)
"Luego volveré reclamando el nacimiento del oscuro aleteo, / buscando el
costado donde chapotear como lagarto / desde el morado de la sangre / hasta
prensar miradas bajo el estruendomudo."
El tránsito desemboca en la
ciudad: Lima como un espacio de dispersión, una gran torre de Babel donde la
condición de dividuo se acrecenta y tal como dice el poeta: “Cualquier viaje ya no es odisea: buses y
respaldos han tomado experiencia en mis carnes. / Soy acción y esencia pura de
acciones que repiten diccionarios, / uniforme pieza que la ingeniería rescata
de alguna ciencia prohibida”.
Los momentos, las historias se
hacen uno con el viajante, uno se apropia de la ciudad pero a la vez, esta como
cambio de escenario corrobora la persistencia del sujeto que viaja. Quizá ahí
radica la raíz de la experiencia de retorno que Ramirez declara.
En definitiva, Ego, cual diario
de navegación, entrega al lector un recorrido íntimo e introspectivo y a la vez corpóreo, detallista al poetizar la
ciudad, Lima como el retorno a esas ciudades que a todos nos pesan y que llevan
al poeta a afirmar: "el regreso es lo único que motiva irse". El
desencanto tras el viaje y todas esas paradas ocasionales, los amigos citados,
los paisajes que se rehúsan a convertirse en postales, las despedidas, los
libros y las canciones, los bares, las formas de pago a crédito o débito en
algún local, la vida moderna llena de cambios de escenario y las personas
alrededor con su carga simbólica y el cotidiano intercambio de roles, tráficos
y accionar que edifican la gesta diaria del yo, sin embargo, lejos de apelar a
un consabido Ego o yo poético monolítico, Ramirez abre un abanico de
interrogantes sobre el ser hoy, y se sitúa en una posición caleidoscópica en la
que no estamos ante una unidad como habitualmente se cree, sino que está
FRAGMENTADO en miles de pequeñas entidades egoicas, que están, la mayoría de
las veces enfrentadas entre sí, y que TOMAN EL PODER de la persona, lo
condenan, subliman y a través de
la palabra lo retornan a la
matriz de lo incierto.
Arica, diciembre de
2013
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