A
propósito del poemario “Cristo Barroco” (Orem 2012) de
Daniel Rojas Pachas:
La
escritura como la vida en la frontera: ensayo y error.
Si pensamos en la literatura y su devenir, sin duda que en esta región
fantasma -en donde nos desenvolvemos en el día a día- está ocurriendo algo. No
es casualidad que autores jóvenes, sugestivos, rabiosos e hiperactivos
aparezcan vertiginosamente en los círculos virtuales de la poesía actual, o que
proyectos editoriales autónomos y potentes, como es el caso de Cinosargo, Letrasertica,
Korekhenke y La liga de la Justicia Ediciones, hayan surgido en los últimos años en la región
que comprenden estas dos ciudades del desarraigo, potenciando la producción y
difusión literaria desde el extremo, lo
que conlleva por lo demás el surgimiento, no me atrevo aún a hablar de una
estética, pero sí de una escena, de una actitud pragmática y decidida que se
desliga de los centros comunes y nefastos de irradiación cultural que transitan
como zombis, unidos al yugo de la tradición; desafiando también, quizás premeditadamente,
quizás por efecto cadena, quizás por rabia o decepción, quién puede decirlo con
seguridad, el presente literario de esos centros con apuestas importantes y desafiantes,
con planes de acción autosustentables y continuos en el tiempo, que más bien
apuntan a la conformación de una nación literaria fantasma, la cual, no
antojadizamente, se sitúa en una de las fronteras más difusas del continente.
Ironía aparte, que mientras en Arica- Chile se
festeja a esta hora un año más de la batalla del 7 de junio, dramatizando la
gesta del morro, con sus muertos, sus colores, sus odios, su negación, sus
triunfos y su amnesia; rayando la cancha diría, que no es otra cosa que una
metáfora de los límites y las regulaciones que nos gobiernan. Nosotros, habitantes
forasteros, nos encontremos reunidos acá, en Tacna- Perú, la otra cara de la
misma moneda, como personajes de ficción festejando la presentación de un
poemario interesante, complejo, fragmentario y alucinante, escrito por un autor
hibrido y subversivo, que justamente a dedicado su labor como escritor, editor e
investigador, a disolver esas líneas demarcadoras, cercenadoras, antropófagas
que terminan por degollar la literatura; y digo irónico porque este gesto de
unión viene de la mano de un discurso que surge del fragmento, que irrumpe en
las fronteras, ya no políticas sino literarias, como una fisura entre ficción y
realidad, en donde obra y autor se debaten en una simbiosis permanente y
apocalíptica, pues una de las constantes en el autor de Cristo Barroco (Ed. Orem. Perú. 2013) es justamente la reflexión en
torno al lenguaje, a la escritura, a su ineficacia, la diminuta frontera-aire
entre la palabra y la carne, entre ficción y realidad – ya lo dije- el libro deviene
así como en una tendencia perversa, casi suicida a la experimentación; lo que
lo ha llevado a difuminar las fronteras textuales, en donde la vida y su
violencia, así como el lenguaje y su silencio que es otro tipo de violencia, se
transforman en el corpus de una obra en construcción constante, diríamos aquí una
especie de ser mutante eterno. Ya en Gramma
(Ed. Chile.Cinosargo. 2009); Carne ( Ed.
Chile Cinosargo. 2011) y Soma (Ed.
Literal. México. 2012); sus primeros tres libros de poesía, se hacen latentes todas
estas características, tanto por medio de la palabra, por medio del discurso, tanto
a través de la estructura y de una hibridación digámoslo así: a lo borderline. En
Cristo Barroco - libro que tuvo su gestación
por allá por el 2010, su segundo libro en cronología- esto se manifiesta por
medio del plagio – dígase acá hostigador, delirante, aglutinante y fecundo - del dialogo constante con autores como Linh y Hernández,
voces que articulan este poemario por medio de epígrafes que abren, interrumpen
o cierran cada uno de los textos, y que en una suerte de partusa o casa de
putas, se mezclan con su propio registro, algo así como un hip-hop enfermizo, enfatizando
la imperfección o la necesidad de seguir mutando de los discursos existentes,
en forma de re-escritura constante, dubitativa e imperfecta. Me imagino yo las piernas y los brazos de Enrique
Linh, Luís Hernández y Daniel Rojas Pachas entrelazados, en algo así como una
amalgama, difusa, y por lo mismo bella y delirante. La poesía se nos presenta
acá, tal como lo expresa Hernández, como un proceso constante de reescritura,
una suerte de suspicacia frente a la certeza del discurso; tal cual la vida,
nos dice el autor de Cristo Barroco, la
escritura “se repite” en una suerte de previas constantes, de un pre-estreno
fatuo, funesto. La vida y el texto en analogía continua, la frontera: ensayo y
error.
Nos queda claro que la poesía de Rojas Pachas no
busca validación de ningún tipo, pues esos dispositivos de seguridad quedan
fuera de lo estrictamente textual, y Cristo
Barroco, se enfoca en reflexionar justamente sobre las ineficacias que
rodean el proceso de escritura y el territorio literario, pues ya lo dijimos,
acá se nos muestran, como una especie de fetiche, esas fisuras que permiten el
desplome. Se permite la intimidad como parte de la ruta; entonces la vida, los
libros, las reflexiones, los ecos, los epígrafes, los plagios, ya lo dije,
configuran un fantasma en forma de texto, que transita por las habitaciones de
este edificios de palabras, un fantasma que atraviesa las paredes dejando atrás
lo que era y ya no hay retorno; una escritura de desplazamientos constantes; ya
lo dije: no hay ruta de regreso. Entonces, como un kamikaze ebrio, como un niño
suicida saltando desde el morro hacia el vacío, el autor experimenta la muerte,
que acá es algo así como el silencio, en busca de nuevos territorios por
explorar, eso sí, con un pesimismo demarcado de antemano por el oficio de
escritor, que sin embargo no borra la sonrisa dibujada por la poesía, la cual, en
su imperfección delirante acurruca la belleza y la única verdad que se respeta,
pues es una verdad que se niega y se traiciona a sí misma ahora y en la hora de
las muertes: la primera, la segunda y la tercera muerte. Amen.
Cristo Barroco de Daniel Rojas Pachas: un libro, una
literatura construida con migajas, con palabras y restos de discursos, con un
poco de carne y saliva, con un poco de vida y de muerte. Dejo pues en sus manos
este libro que enternece y emociona, que nos insulta y nos cobija, que nos
empuja a la incertidumbre del lenguaje, al sinsentido de la poesía, a los
libros, a los textos que somos nosotros
mismos, a su voz de muerto.
mauro gatica salamanca
Escritor
Editor La Liga de la Justicia
Ediciones.
Tacna –Perú / 6 de junio del
2013
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