Entrevista con Sanguineti
El estilo de no tener estilo
Por Alejandro Patat
(La Nación, Buenos Aires)
Es uno de los escritores italianos más
destacados de la segunda mitad de este siglo y un agudo polemista. Sus
poesías, nacidas a menudo de lo que él llama "un pequeño hecho real",
tienen un carácter alegórico del que se vale para resumir el sentido de
la vida cotidiana en la sociedad contemporánea.
Edoardo Sanguineti estuvo en Buenos Aires donde
dictó una conferencia sobre Leopardi. Es uno de los escritores
italianos más controvertidos, del que se recuerdan no sólo los poemas,
sino también su polémica con Pier Paolo Pasolini. Ha escrito poesía,
narrativa, crítica y teatro. De él dijo Giuliani: "Quien tuvo la
ocasión de ver el retrato alucinado del bibliotecario de Arcimboldo,
cuyo rostro está compuesto de tomos, rollos y hojas, encontrará que,
con el mismo procedimiento, Sanguineti reproduce con palabras el
paisaje inconexo de la vida".
La ruptura continua
Para el poeta genovés, en cambio, es difícil señalar
los nudos de su vasta producción. "Creo que quien escribe -dice
escrupulosamente, con pausas, escuchándose atentamente- ama en mayor
grado ciertas obras, mucho menos otras. Yo, sin embargo, no tengo una
jerarquía precisa de mi obra. Durante mi vida (ya soy viejo, nací en
1930) muchas veces amé ciertas cosas compuestas en algún momento en
particular, que luego dejé de amar. Sin duda, el trabajo más constante
de mi vida ha sido la poesía: comencé como poeta y sigo escribiendo
poesía. Ayer, por ejemplo, escribí tres en una sola noche. Sin embargo,
estoy también muy ligado a mis dos únicas novelas, Capriccio italiano
(1963) e Il gioco dell` oca (1967), que quizás sean más difíciles que
mi poesía. Muchos dicen que mis poesías son muy difíciles. No es
cierto. Cuando se las lee en voz alta, son muy comunicativas. Mis
novelas, digámoslo así, son autorretratos que me representan en dos
momentos precisos de mi vida, muy distintos entre sí, pero que llegan a
dar una imagen global de mí mismo. La poesía, en cambio, surge a
partir de otros procesos: en el fondo, cuando escribo poesía, trato de
que ocupe toda mi vida y no sólo una parte. En realidad, he escrito
sólo una poesía: la primera. Todas las demás son un comentario de
aquella. He compuesto un solo libro, que comienza en 1951, cuando
publiqué mi primer poesía, y lo que sigue es una historia
ininterrumpida, con un rasgo muy particular. A menudo los poetas sueñan
con escribir una suerte de gran libro y construirlo en función de la
estabilidad del yo. Ungaretti decía que, en el fondo, todo poeta
escribe una autobiografía. Yo, de alguna manera, escribo una
autobiografía, pero lo que me interesa es la ruptura continua".
Los viajes y la identidad
El poeta dice que se encuentra en un período
fertilísimo, estimulado por los viajes, que hasta ahora signaron parte
significativa de su obra. Poskarten (1971) y Reisebilder (1977) son los
títulos de dos de sus libros de poemas. El viaje está unido a la
experiencia poética de Sanguineti. "El viaje me interesa porque rompe
toda estabilidad. Hoy estás aquí, mañana allá, y la poesía de golpe
debe cambiar de lugar en todo sentido. La experiencia tan profunda del
viaje, una alegoría de la vida humana, disgrega al sujeto. A mí no me
interesa contar mi vida. Cuando en mi poesía uso la primera persona,
narro cosas muy precisas. Si hablo de mí, lo hago en la medida en que
construyo un personaje que, por casualidad, coincide conmigo".
Sanguineti da un ejemplo que él califica de solemne .
"Petrarca escribió el Cancionero en que da vida a su amor por Laura
(se discute incluso la existencia de Laura), con el fin de crear una
historia muy compacta. ¿Pero a quién le interesa el señor Francesco
Petrarca? También Leopardi escribió poesías como "A Silvia"o"Aspasia",
en las que surgen lugares (Recanati, su ciudad natal, el Vesubio) e
interlocutores reales. Pero estos elementos no interesan porque forman
parte de la historia de Leopardi, sino porque la obra del poeta
construye un personaje o varios personajes literarios significativos en
tanto dicen algo que trasciende el pequeño hecho real. En la década del
70, escribí una poesía en la que contaba cómo se hace una poesía, una
especie de receta de cocina".
Entre sus libros y apuntes, Sanguineti, encuentra el
texto en cuestión y lo lee para que juntos lo recordemos: "para
preparar una poesía se toma un «pequeño hecho real» (mejor si es
fresco, del día).../conviene atender al espacio y al tiempo: una fecha
precisa, un lugar escrupulosamente establecido, sonlos ingredientes/más
deseables (...) la poesía consiste, en fin, en esta especie de trabajo:
poner palabras como/en cursiva y entre comillas, y esforzarse por
hacerlas memorables, como tantas respuestas agudas/y breves".
La mirada cotidiana
"El «pequeño hecho real» -prosigue- es el material
del que se parte, hay que cocinarlo y hacer emerger los significados
que puede contener. A veces, me quedo perplejo ante lo que yo mismo
escribí. En una poesía reciente, cuento que debo cambiar mis lentes, mi
vista ha disminuido, y ya no puedo conducir el auto; con poco dinero,
espero poder ver el mundo de otro modo; pero la realidad es lo que es,
no es posible que yo la vea de otra manera. Yo no sabía por qué había
escrito esa poesía hasta que un crítico afirmó que era un texto
claramente marxista. Se imagina con cuánto interés me puse al tanto de
lo que había querido decir. Según el crítico, la realidad no depende de
cómo la miramos, es lo que es. Ninguna mirada puede contra ella.
Cambiar las lentes para ver de otro modo acarrea una desilusión. Según
el crítico, que se extasiaba con esa verdad, sólo un marxista podía
hacer escrito esa poesía en la que lo real se imponía de un modo
definitivo sobre el relativismo burgués".
La trayectoria de Sanguineti incluye varios episodios políticos.
Después del Mayo Rojo de 1972,se afilió al Partido Comunista italiano y
escribió un verso que contrarrestó cualquier intento de etiquetarlo:
"yo no he creído en nada". Para Sanguineti no existe ninguna
contradicción entre la ideología marxista y el ansia de construir la
historia poética de un individuo: "No surge ningún conflicto entre esas
dos actitudes porque el sujeto de mis poesías no soy yo, sino un
individuo literario. Me gusta la idea de realismo alegórico que tantas
veces defendí. Se trata de ser muy realista, pero no en un sentido
mimético o naturalista. Se trata de captar a la luz de la alegoría los
hechos de la realidad.".
En la obra de Sanguineti se cruzan búsquedas
psicoanalíticas y lingüísticas, alejadas no obstante de la retórica.
"Comienzo una de mis poesías con la fórmula epistolar Querido señor
myself y me pido un autógrafo, como si fuese otro. El significado
reside en esa duplicidad interna que los psiquiatras llaman el «yo
escindido». Todos tenemos (sin llegar al caso patológico de las
disociaciones mentales y de la esquizofrenia) un yo escindido. Quise
hacer realidad esta experiencia, típica de la modernidad, de un yo
dividido, de un yo que puede dialogar consigo mismo, no en el sentido
tradicional del examen de conciencia, sino descubriendo partes de sí
que nunca se llegan a integrar. Esto ha sido fundamental en mi teatro.
Si leemos a Shakespeare, nos preguntamos quién era realmente, ¿era
Hamlet, Otelo, Macbeth o Lady Macbeth? Cuando asisto a la
representación de una de mis obras me sorprendo al constatar que dije
cosas que no tenía intención de decir, que hay una parte de mí que
dialoga con otras partes. Me pierdo en mi interioridad".
Sanguineti fue uno de los intelectuales más sólidos
de la neovanguardia italiana, ese conjunto de autores nucleados en
torno a la antología de los Novissimi y del Grupo 63. Ante la
decadencia de la estética neorrealista y el final de la poesía
hermética, elaboró una obra poética ( Laborintus , 1956; Segnalibro ,
1982; Bisbidis , 1987) que transmite una visión trágica de un mundo
agobiado por el caos lingüístico. En ella, el poeta buscaba romper con
todo instrumento de sumisión a la ideología dominante.
"Las vanguardias que se desarrollaron en Occidente
han sido muy diversas", dice Sanguinetti. "Comenzaron con el
romanticismo, el primer ismo moderno, cuando se produjo la transición
hacia una cultura burguesa que debía perder todas las tradiciones y los
modelos heredados de la sociedad aristocrático-feudal. El desarrollo
posterior sigue el progreso del capitalismo. Mi posición se inscribe en
las experiencias de la segunda posguerra, en tiempos del nouveau roman y
de la nouvelle vague. Mi pertenencia al Grupo 63 fue una forma de
experiencia contestataria juvenil".
Vanguardias vs. mercado
Sanguineti continúa el balance de una época: "Mi
generación buscó reaccionar ante un orden preestablecido. Los jóvenes
de hoy deben volver a intentar una experiencia de vanguardia, no
cuestionando aquello que nosotros cuestionábamos, sino reencontrando la
voluntad de esa oposición. Hoy, en cambio, un artista que acaba su
cuadro sueña sólo con vender su producto, se somete a los
condicionamientos del mercader, que promete y advierte acerca de la
necesidad de la continuidad y de la impertinencia de todo cambio, pues
el cambio vuelve irreconocibles las obras. Pensemos cuán distinta era
la actitud de Picasso, de Stravinsky, de Schönberg, para los que cada
obra era un problema nuevo. Una de mis poesías concluye así: «Hoy mi
estilo es no tener estilo». Creo que es importante no tener estilo, en
el sentido de una fórmula que se repite. Rechazo el estilo como
autoimitación y como etiqueta formal. Hoy el novelista joven acepta
participar en programas televisivos, junto al coleccionista de perlas
turcas o el que acaba de ver marcianos. Se prostituye. Que el mercado
tenga sus leyes es aceptable, pero no por ello hay que escribir bajo
las leyes del mercad".
Con dolor y furor
Para muchos lectores, Sanguineti es sobre todo el
curador de una histórica Antología de la poesía italiana del siglo XX
(Einaudi, 1969), que está por ser reeditada. Con respecto a esto, dice
el escritor: "El editor me ha pedido que la actualice. Yo no he querido
ni siquiera actualizar las notas; para mí, la antología es
representativa de un período de la poesía italiana: allí están todos
los poetas italianos de la neovanguardia. Yo no me incluí por motivos
obvios. Quizás agregaría a Andrea Zanzotto, porque lo considero el
último caso de hermetismo tardío. Claro que no volvería a hacer una
antología para agregar un solo poeta".
En sus libros de crítica (Ideología y lenguaje,1965;
El oficio del crítico, 1987), Sanguineti se entregó con gusto a la
polémica. Ya en 1957 había tenido una controversia con Pasolini en la
revista Officina. En 1979, concluía diciendo con "dolor y furor", en un
coloquio ya imposible con el autor asesinado de Teorema: "Estoy contigo
en el corazón y en las vísceras". Ahora, cuando Sanguineti reflexiona
sobre esa obra, dice: "Es una poesía muy curiosa, yo polemicé muy
duramente con Pasolini, del que conservo todavía una visión muy
negativa. El estaba ideológicamente equivocado pero era un auténtico
escritor. Los jóvenes han idealizado a Pasolini por el modo en que
murió. Han hecho de él un santo laico, y se han formado una idea errada
de la poesía como instrumento de la muerte. Es la visión de la
adolescencia burguesa, fascinada por la muerte. En mi poesía, "Las
cenizas de Pasolini", me dirigía a los pasolinianos, con respeto por el
hombre muerto trágicamente, pero tomaba distancia de aquel con quien
no coincidía. Todos pensaron que yo me había arrepentido. Pues no. Sólo
estoy de acuerdo con el último Pasolini, el que descubrió que se había
equivocado en todo: él rechazó su Trilogía de la vida, porque terminó
viendo en ella una falsa vitalidad, un falso erotismo de los mundos
lejanos. Luego descubrió que era un sadomasoquista y buscó una forma
violenta de morir, que fue un camino alternativo del suicidio. Con la
película Saló o los últimos días de Sodoma, en la que destruyó todo lo
que había construido hasta ese momento, compuso su obra más auténtica,
de una autenticidad inútil, que consiste sólo en un grito de dolor".
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