Morgue y otros poemas
(Versión-inmersión
de Daniel Rojas Pachas)
Por Antonio
Arroyo Silva
La poesía de Gottfried Benn surge en el
contexto histórico-cultural de las vanguardias de los albores del siglo XX. Morgue und andere Gedichte fue el poemario que marcó su fama en
los círculos culturales del Berlín de principios de siglo, y esta fama lo
perseguirá hasta mediados de siglo. Morgue es un pequeño ciclo de poemas que
refleja la formación médica del autor, en el cual se describen cuerpos humanos
mutilados, cadáveres en la morgue, un enterrador, y detalladas descripciones de sitios médicos
sin el menor asomo de romanticismo, en escenas de una violencia lingüística y
atmosférica no vista en lengua alemana desde la poesía del siglo XVII, no
obstante Edgar Alan Poe, Baudelaire y Los
cantos de Maldoror de Lautremont.
En 1912 se publica esta obra citada, y ahora, justo un
siglo después, Cinosargo Ediciones nos sorprende con esta traducción de Daniel
Rojas Pachas de Morgue y otros poemas.
No por ello hay que ver un signo relacionado con el simple homenaje centenario,
sino, al contrario, como un paso más de nuestro traductor-crítico-poeta en su
afán de hacer una revisión necesaria de las vanguardias europeas y aplicar esto
a la creación actual, donde un proceso desmitificador en sus albores se ha
transformado en todo lo contrario por reiterativo. Un corpus enfermo con
necesidad de cura. No hay que ver este trabajo como una mera tarea clasificatoria o academicista
(una más), sino, como dice el prologuista del último poemario (del propio
Daniel Rojas) Carne, Eduardo Jeraldo
Farias, con“esa mirada que para los más
conservadores pareciera enfermiza es, sin lugar a dudas, una lucidez abismante,
el retrato de realidades desacralizadas, las mismas que la literatura obvia o las
atisba de soslayo”. Es lo que se le atribuye a la obra de Benn un siglo atrás: esa lucidez abismante que chocó contra la sociedad del momento y,
aparte del revulsivo consecuente, fue interpretado como una muestra del
desmembramiento del sistema de valores burgueses, ya anunciados por Nietzsche,
también encuentra un paralelismo y
bastante coherencia en la cosmovisión y la intención del traductor.
No es de
extrañar que Daniel Rojas vea en el poeta alemán a un personaje idóneo para
emprender un diálogo constante. Un hermanamiento a través del texto, el único
medio por el cual puede lograrse una suerte de comunión, un diálogo constante
y, en este caso, desacralizado (desacralizador, diría). Un compañero de viaje
en el país de la intertextualidad que no encuentra fronteras idiomáticas,
temporales o geográficas. Y no sólo está el personaje, también su ambiente, su
atmósfera respirada. No en vano Daniel Rojas se dejó la carne en el asador del libro antes mencionado.
Por eso el propio Rojas, desde su auto-prólogo, afirma
que Gottfried Benn es uno de los poetas más importantes del siglo XXI. No anda
nada descaminado al hacer esta afirmación, sobre todo en esta época también de
crisis en que los valores son monedas de cambio y en que las oscilaciones del
poder político y cultural dependen de las inversiones monetarias sin que
importe un bledo la imaginación que, dicho sea de paso, nunca se fue al Poder,
sobre todo por esa potencialidad que, como en La máquina del tiempo de Wells, pasa por encima de la polvareda de
la banalidad y se afianza en la atemporalidad de la verdadera creación y no por
ello deja de ser un hecho físico.
La poesía de Gottfried Benn siguiendo el
postulado nietzscheano de negación de toda transcendencia ultramundana y,
consecuentemente, sin ánimo mesiánico ni el menor atisbo de romanticismo, canta
la desolación del mundo mortal como única y verdadera posibilidad de creación.
El poema como cuerpo, con carne y visceras.
Coloquialismo de la ausencia y la presencia que no sólo desnudan al
hombre de todo idealismo, sino también el producto más noble de éste: la
creación lírica, que se ha liberado de
una inspiración sujeta a fuerzas omnipotentes y ahora, por fin, es el resultado
de un proceso productivo consciente.
PARA MÁS INFORMACIÓN VEA LA PÁGINA DE DANIEL ROJAS PACHAS, AQUÍ
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