Literatura e identidad
Daniel Rojas Pachas
Sábado 19 de Diciembre del 2009
Para entender mejor la relación arte/literatura e identidad es necesario remitirnos al concepto de apropiación estética que en términos simples, podemos definir desde la teoría como: El objeto tratado por el arte es transportado a otro nivel de significación, el fenómeno de apropiación que hace el artista transfigura al ser y pone de manifiesto una nueva cualidad, una nueva perfección que será comunicada por el poema, la pintura, la pieza musical.(Kupareo))
Al realizar tal proceso el artista, en este caso el creador que usa como materia prima la palabra, llámese poeta, narrador o dramaturgo toma una parcela del mundo y proyecta su imaginario dotando de múltiples significados, connotaciones y deseos al objeto.
Un ejemplo sencillo que sirve para graficar el fenómeno es como dentro de nuestra literatura nacional y local, las aves han poblado las páginas de infinidad de poemarios y novelas, desde títulos como: El obsceno pájaro de la noche de José Donoso hasta versos magistrales como el que Juan Luis Martínez incluye en su obra experimental La Nueva Novela:
Los pájaros cantan en pajarístico,
pero los escuchamos en español.
(El español es una lengua opaca,
con un gran número de palabras fantasmas;
el pajarístico es una lengua transparente y sin palabras).
En ellos encontramos una crítica a la incomunicación a lo precario de nuestros medios, cuestionamiento propio de la filosofía del lenguaje, pero ahí no acaba la posibilidad de figuración del objeto, encontramos además cuestionamientos existenciales como los que hace Parra por medio del Jilguero:
El Jilguero Chileno -creo yo-
tiene la obligación de mantenerse en silencio
mientras no recupere su libertad
y no pensar en nada que no sea
la libertad
la puerta de la jaula
actos y no palabras deliciosas
O una alegoría a la arquitectura y al lar como este que nos da Jorge Teillier con las palomas…
Quién soy yo sino nadie
Alguien que quisiera pasarse los días y los días
Como un solo domingo
Mirando los últimos reflejos del sol en los vidrios
Mirando a un anciano que da de comer a las palomas
Y a los evangélicos que predican el fin del mundo
Cuando en la tarde no soy nadie
Entonces las cosas me reconocen
Soy de nuevo pequeño
Soy quien debiera ser
Casos a tomar hay muchos, el mar, el cielo, el amor, así cada autor va creando su concepción de la realidad desde lo concreto, la mirada a espacios físicos, objetos, animales, rostros, hasta lo inmaterial o metafísico, la temporalidad, el espíritu de la época, los vicios y valores, sentidos, temores y proyecciones, en este discurrir y crear al mundo con la palabra el autor se observa y recrea la vida, al otro y da forma y sentido a su enciclopedia
En definitiva la suma y conflicto de todas estas voces y propuestas creativas, son las que han dado nacimiento a estilos, escuelas, generaciones y a un rico panorama literario Chileno con una identidad clara y desde luego a un continente unido por las redes y fisuras de una lengua. Desde allí podemos contemplar nuestro sitial en la universalidad literaria, en la cual Chile ocupa un lugar privilegiado y al menos alabado por la opinión pública, si a poesía nos referimos.
En síntesis, en cada esfuerzo, en cada obra y propuesta vemos desplegado el instinto y el anhelo por desarrollar cabalmente una voz que lírica y prosaicamente exprese su cosmovisión trascendiendo los límites espacio/tiempo pues de qué otro modo generaciones completas podrían haber conocido el esplendor y decadencia de la civilización griega sino fuera por Homero y los grandes creadores de tragedias, el París de Hemingway, el salto asfixiante al modernismo de Kafka y en general, aquellos paisajes y atmósferas que nos definen como americanos a través de la geografía territorial y mental de San Agustín de Tango de Emar, Santa María de Onetti, Comala de Rulfo y Macondo de García Márquez.
En nuestro caso particular el norte de Chile, su desierto y también la urbe que hoy somos y hemos sido es un espacio a ser reconstruido y re-escriturado una y otra vez a partir de la mirada de un Sabella que nos bautizo con su obra Norte Grande pasando por otras visiones canónicas y fundacionales más locales, la nostalgia pampina y salitrera hasta el hiperrealismo postmoderno, descarado, vivencial, exploratorio y descreído de los nuevos creadores ariqueños.
Sin embargo lo claro es que nuestra identidad e historia no termina en las páginas de un libro, allí todo comienza, como una invitación, parte y foco que cada uno de nosotros como lectores y escritores en primera instancia de nuestras vidas, estamos llamados a dar forma, diseño y contenido, edificando la realidad que nos convoca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario