I. Monte de goce (o del pecado),
II. Taki onqoy (o de la redención),
III. Angelus novus (o de la virtud),
IV. Albus (o de la gnosis),
Que totalizan las 1,200 páginas dentro de un proyecto nunca antes emprendido en lengua castellana y que, al publicarse por partes, le ha valido el reconocimiento generalizado de la crítica más exigente, que coloca esta monumental Etica a la altura de Dante y Pound. En 1974 publicó un avance de su obra en la antología Palabra de escándalo, editada por Julio Ortega en Tusquets Editor de Barcelona, que llevó al mexicano José Emilio Pacheco a escribir que Verástegui era el poeta joven más importante de habla castellana a ambos lados del mar Atlántico. Durante 1975 escribió el guión de Cimarrones, película que fue realizada por Carlos Ferrand con financiamiento de la National Board de Canadá y que recibió varios premios internacionales. En 1976 se le confiere la prestigiosa Beca Guggenheim de New York, que a los 26 años lo reconoce como el poeta joven más importante del continente americano y que le permite viajar a Barcelona y Mahon, en las islas Baleares, donde se dedica al estudio de la mística negativa y a la escritura de su libro monumental. En 1977 se establece en París, donde entabla amistad con Severo Sarduy, Saúl Yurkievich, y Jacques Roubaud, encontrando una excelsa experiencia de felicidad y libertad en esa bellísima capital francesa, y realiza estudios de Sociología de la Literatura en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París.
Allí escribe su libro de ensayo orgánico El motor del deseo, un libro también fundamental que plantea la literatura como el sistema de una economía simbólica, y la parte titulada Taki onqoy de su monumental Etica. También escribe crítica literaria, crítica de arte y ensayo para el diario El Nacional de México y para la revista Diálogos de El Colegio de México, aparte de reseñas para Le monde diplomatique de París. En 1980 vuelve a Lima y escribe crónicas en diversos periódicos limeños. En 1985 da por concluida su monumental Etica, la que se va a publicar por partes algunos años después. En 1991 obtiene el premio al V Festival del Cortometraje peruano por Enrique Verástegui: para vivir mañana, película realizada por Edgardo Guerra. En 1992, publica Terceto de Lima que Mario Vargas Llosa considera una de las mejores novelas de América Latina en la década de los noventa. Verástegui, que continúa el consejo de Ezra Pound de que los poetas deben componer música clásica para dominar la música poética, acaba de escribir una ópera, letra y música de él, titulada Andrómeda. Actualmente Verástegui ha terminado una extensa novela titulada El sueño de una primavera de occidente, que suma las 800 páginas y que, aunque situada en el campo de la ciencia ficción, sus amigos que han tenido acceso a ella la colocan a la altura de Guerra y Paz de Tolstoy. También Verástegui acaba de terminar un voluminoso libro de ensayos de 500 páginas sobre el alma en la sociedad cibernética titulado El saber de las rosas e, interesado en fundamentar los cambios tecnológicos actuales, acaba de concluir un libro de matemáticas para el próximo siglo titulado El modelo del teorema. Enrique Verástegui que escribe crítica literaria para los diarios La República y El Comercio de Lima radica en la paradisíaca ciudad de San Vicente de Cañete, situada a 148 kilómetros al sur de Lima, pero se encuentra interesado en realizar un tour por todo el continente asiático para continuar escribiendo sus libros y quisiera conseguir una computadora portatil multimedia para sus nuevos proyectos.
poética
"haber aportado profundidad, claridad, elegancia y perfección al idioma castellano tanto en poesía, como en novela y ensayo. lo mismo para la filosofía y las matemáticas que he propuesto."
DATZIBAO
De pronto perdí todo contacto contigo.
Ya no pude llegar al teléfono, recordar ese número y llegar a tu casa que no conocí.
Ya no pude volar sobre ti como todos los días a las tres de la tarde estas pobres alas no dieron más
y aquí me tienes ideando estas líneas que reflejan mis ojos cansados de ir caminando con la mente y las manos repletas de yerba.
Yo fui el primer sorprendido.
La extrañeza de ser dos aves hurgándose el pecho y corriendo uno detrás del otro entre las matas y bancas del parque.
y éramos arrojados fuera de nosotros mismos y por esto fue que conocí tu ciudad
y me apreté contra ti buscando desesperadamente encontrarme en tus ojos y amé todas tus cosas
y tu mirada angustiada y esa seriedad para responderme a ciertas preguntas y cuestiones que nos diferenciaron para siempre de las personas nacidas antes de 1950
tu maravilloso instinto agresivo desarrollado contra los males del tiempo y portándote como en la más furiosa embestida
en la batalla por un lugar en el taxi que nos alejó miles de cuadras más cerca de la pasión de la vida
hoy miércoles y no otro día.
Porque ya es hora de ir poniendo las cosas en claro y más que nada empezar a ser uno mismo
un solo obstinado bloque de rabia.
tú por todo lo que para mí reflejabas lo más claro eres mi sopor antes de echarte a gritar por estos sitios malditos
aún después de haber transformado esa palabrita bestialmente lúcida en una flor obsesiva
que yo no quiero acariciar ni comprender el suicidio mi amiga es una espera maldita.
como puede ser aguantarnos un par de horas más en el parque en medio de un viento furioso que pugna por arrancar de raíz lo más nuestro de nosotros
y tú junto a mí convertida en mi aliento escuchándote aprendiendo de ti a la Molina no voy más esa canción negra arde en mi pecho, me aplasta, levanta, avienta a decir no contra todo.
Cada uno recuerda su primera caída.
Cada uno recuerda paso por paso los pasos que fue dando y los que no dio porque en uno mismo está el propio enemigo.
Y yo me levanto para luchar contra mí - y me tengo miedo.
Lo perfecto consiste en desabotonarnos el torso mientras vamos salvajemente penetrando en esta selva de arenas movedizas
y tu vida o mi vida no ruedan como esas naranjas plásticas que eludimos porque tú y yo somos carne
y nada más que un fuego incendiando este verano.
La vida se abre como un sexo caliente bajo el roce de dedos reventando millares de hojas tiernas y húmedas,
y no dijimos nada pero exigíamos a gritos destruir la ciudad, esta ciudad ese monstruo sombrío escapado de la mitología
devorador de sueños.
Y el musgo creció como un verso clarísimo en tus ojos.
tú querías leer mis poemas aferrarte a ese instante de dulzura donde jamás hubo límites entre uno y otro ser
y fuiste sólo una muchacha que pasó por mis ojos silenciosamente pegada a mí a mi secreta manera de enredarme en las cosas de explicar un mundo indeciso sembrado con piedras
yo que creí que nada era nada en cualquier lugar de este mundo
y de pronto me di con tus sueños como con un golpe de mar sobre el rostro
y luego adiós porque todo y nada puede explicarse en el amor y porque todo y nada se explica en nosotros y con nosotros.
(De En los Extramuros del Mundo)
ADAGIO DE LEOPARDO CON FLOR EN LAS GARRAS
Gira lentamente la noche
y el leopardo es una belleza aún
perfectamente agresiva en un conglomerado de gente
Tiene el leopardo su fuego que el mar gruñe
en mis ojos
y hay que saber
recoger verdad por encima de cualquier contingencia
pues emitirla ha sido siempre tan hermoso como percibirla.
Treintaitrés años son una pieza clásica: no un trayecto tan
irreal
como el pequeño volkswagen donde el horror a mi belleza es un
reverso de mi amor a natura.
y el leopardo
es fuego que salta armonizado en músculos, cerebro e impulso.
Sus gruesas uñas son geranios hambrientos clavándose en el
rostro de una época arruinada.
El cerebro es una joya encajada en una cabeza triangular,
sus dientes cuchillos afilados desgarrando horrorosamente
la gacela que traga.
Su garrotazo tiene la furia del universo
pero el pasado es lo que yo desecho a mi paso.
Ponte a buscar precisión en un tiempo lleno de imprecisiones
y sabrás
que los que te odiaron se admiraban
viéndote aún rugir, erguido y tranquilamente colérico,
delicado como flor rapaz deslizándose por estas calles donde
esta terrible energía
era un trayecto armónico y orquestado. Sabrás
que los que te lanzaron largas peroratas como ladridos bajo
las patas del aserrín eran
ahora ceniza y tristeza, irremediable fracaso
como el no haber comprendido esta pureza de tu rugido:
soñé esto y mezclé de todo un poco como en una farmacia
a donde el buen hombre que lo deseara podía encontrar remedios
para su pena. Fui
esta farmacia, o aún todavía un frutero en la noche:
chirimoyas, ciruelas, mandarinas asediadas
por manos sedientas. Todo esto fue, sin embargo, azufre en las
narices
(y se llamaban humanos) de quienes te odiaron
como un libro vanamente deshojado en sus manos ineficientes y
mucho más inelegantes
que este espejo
de mostrador donde desde la barra -té de floripondios, un dulce
de frijol colado- y dándoles la espalda los he contemplado hinchados
y abotargados como un gran corcho en el mar,
rumiando la frustración de lo que no floreció ni pudo florecer
ya en ellos.
Todo lo que ha sido amado creado florido saltó
tan ferozmente como verano gruñéndote su belleza una mañana que
sobrevive.
Nada es sin apoyo de nada y mi leopardo
es un dulce geranio de garras hambrientas.
Su cuerpo es una máquina perfecta en el poema de su rugir.
Cuando se acopla a su hembra el mundo se tambalea.
Tú entonces te desesperas sintiéndome refregar mi pecho
duro sobre tus lomos sudorosos,
una garra en tus brazos, la otra -fuerte
como un garfio -acaricia tus pechos crecidos,
y el falo que te penetra es fuego que rasga tus entrañas.
¿Hay algo más terrible que toda esta perfección de mi música?
No existe jaula para el leopardo que clava su mente en una
pradera con flores.
Unos han dicho que primavera enloquece el corazón
y estos tiempos son todavía intranquilos y absurdos.
Otros, menos inteligentes, proponen destrozar la vida.
¿Nosotros no hemos resuelto ya defender irrevocablemente
nuestro amor como lección de gratitud con el mundo?
El cielo cuando amanece se sonroja límpidamente
y ahora la gente ya sabe que el leopardo soñado como primavera
-su acción es belleza- ha podido modificar la historia.
Toda la incomprensión de este siglo ha sido el altar
donde nuestros corazones se estremecieron sin dejar de florecer
bellamente intranquilos.
Un gorrión que sueña en la tarde no ha podido aún volar
suavemente porque una cosa
ha terminado por significar otra, y el mundo es absurdo.
Y nosotros hemos debido apresurarnos a mantener esta altivez.
He dibujado este fuego de mi leopardo como una máquina simbóli-
ca atreviéndose a jaquear al infierno
ahora cuando el tiempo que precede
a toda cosecha trae siempre un cierto estoicismo, un orden
que permite que todo esté perfectamente acoplado, y en su sitio.
Y evadirse no es una misión del hombre
pero el hombre ha de acechar siempre lo que se opone a sus
sueños. El hombre encontrará
madurez en el arte de comprender que lo viejo,
y no el pasado, se desecha a cada paso, el futuro
que destruye lo viejo es también levemente indefenso.
¿Existe conjunto más hermoso que un equilibrio en sus partes?
He desprendido de esta partitura al ballet
del leopardo cuya comprensión es dulce música
en mi vida, y esta es mi luz como flor pensativa,
brazos desplegándose en este salto de leopardo
cuya estructura son geranios sobriamente brotados en tus manos
ahora que ha girado la noche
y yo he abatido a lo inútil.
(De Angelus Novus)
APARICIONES EN UN PANEL DE COMPUTADOR
I Poeta atrapando una muchacha
Tu rostro agresivamente sereno
gruñe ahora en la tarde y caminas
por estas calles, altivo y sereno, bello como un abedul.
Tus ojos son machetes que arrasan a la pobredumbre que odias.
Tus pasos patean lo que se opone a tu rumbo.
Desde un lugar perdido en el parque observas derrumbarse un
atardecer en la ciudad. Todo
-cielo enrojecido tras moles verduzcas- te es atractivo
y vuelas, una muchacha como dulce acordeón en tus manos
se desliza en la yerba y ahora
ella te escucha y se desnuda -lecho de yerba-
para ser amada por un leopardo.
II El instinto aún se entromete
Todo cuerpo enloquece bajo la mano que dibuja su más secreta
verdad:
la mente se rebela contra su corazón, el instinto
aún se entromete como el buen gusto en el computador que
programo.
Páginas, mariposas, azucenas son el cuerpo que permanece.
¿El cuerpo que ama no se metamorfosea en la mariposa que unas
manos atrapan?
Una muchacha se escapa del lienzo donde Chagall me plasmó
como un ángel tocando un dulce laúd
y se encuentra conmigo sobre la banca de un parque. Su belle-
za será este poema. Su inteligencia
el florero como un ángel que vuela escondido en sus ojos.
Sus labios son mi fruta, su cuerpo
una mariposa que vuela detrás del vidrio de mi computador.
Si la lógica no se pareciera a la vida que cambia entonces
sabríamos que:
a) la mariposa de tu cuerpo es una falacia,
b) tus pechos como fruta una inducción incoherente,
c) el ángel que alumbra tus ojos una proposición tan poco ló-
gica como el slip de un verano al que desnudas.
Sin embargo una lógica no es tan incomprensible como la vida.
Tu cuerpo que atrapo como a una mariposa en mis manos es un
trago de gin.
Suena ahora Alban Berg en la radio pero yo prefiero no col-
gar el teléfono para no perder tu voz.
Tengo a Chagall en un libro pero mi laúd
me hace pensar en tu cuerpo. Una mente irreal
como un cuadro inexistente es tristeza ligeramente sombría:
tu cuerpo es tan real como el poema que te sueña
pero no esta época perdida como un desperdicio donde un deli-
cado rasguño en tus muslos.
es toda esta angustia -el poema como garra asiéndote por la
cintura- y esta belleza, muchacha lentamente
atrapada como mariposa que yo me atreví a soltar en un panel.
(De Angelus Novus)
Fuente: Urbanotopía.
1 comentario:
Solamente por pereza no había comentado algo con anterioridad en este sitio, así que aprovecho mi actual ánimo para felicitarte por el notable trabajo literario que desarrollas en tus diferentes blogs, destacando no solo como un poeta interesantísimo, sino también como un gestor de la litearatura en su mas alto concepto, congregando autores noveles y rescatando a históricos como Lihn. Esperando mantener contacto a futuro y ofreciendo mi colaboración para lo que fuera, me despido con un abrazo literario desde Magallanes, el otro extremo del planeta Chile.
Atte: Miguel Bórquez
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