En esta oportunidad, atendiendo al proceso de des-lectura que he decidido dedicar a la obra de Enrique Lihn, no busco revisar un poema en específico del grueso de obras que componen la bibliografía del escritor sino que más bien, inspirado y a partir de la lectura de textos como Kandinsky 1904, Ojo de Barcelona, El Arte y la vida entre otros, quiero proveer algunas consideraciones respecto al libro en que se encuentran insertas las piezas mencionadas y realizar una aproximación al título “Pena de Extrañamiento” y al sentir y sentidos que a mi parecer, dicho nombre recoge.
El poemario en cuestión fue publicado el año 1986 por editorial sinfronteras. Como libro, corresponde al texto de poesía numero diecisiete del autor santiaguino y a juicio de Pedro Lastra, la obra íntegramente despliega múltiples sentidos que el lector en su goce puede captar. Compartiendo esa opinión, podemos partir aludiendo al carácter voyerista. (La mirada es gratuita, este espectáculo /de increíbles efímeros que parten Barcelona / en porciones de calles al tajo de la luz. Ojo de Barcelona) Aquel ojo mira fotográfico y pictórico al mundo pero al mismo tiempo se desvela auto contemplativo, volcándose sobre su propia voz e imágenes para así orbitar en torno a lo fantasmatico, fantasías o delirios fantasmales que recubren la reconstrucción de lugares, calles, museos, bares, hospitales en los que el poeta estuvo y personas con las cuales compartió pero sin formar parte realmente, España, Perú, Estados Unidos y el mismo Chile son escenarios de este libro. (La isla dispone de fantasmas artificiales / con que llenar los huecos de la contra-historia / Ellos ocupan en la memoria, con la naturalidad que ésta se / permite en relación a la nada / el lugar de los verdaderos ausentes: caras que vi / en las bouffoneries del Soho. Pena de Extrañamiento) Y en cada espacio queda patente la noción de extranjería, de extrañamiento, de distancia objetiva, panorámica que re-crea y des-realiza la experiencia, producto del testimonio personal o de terceros, surgiendo así mismo la inspiración a raíz de la propia obra o a través de la perspectiva y arte de la alteridad. (La relación de unas cosas con otras / iba borrando, poco a poco, las cosas. / Versos sin palabras. / Formas sin figuras ./ No bien partía un barco de oro de la orilla/ cuando ya no era orilla ni barco ni partía. Kandinsky 1904) Todo junto, entrelazándose por medio de vasos comunicantes que re-construyen el tiempo y espacio en la página literaria, nos lleva a vincular esta idea de reinterpretación de los cuerpos, significantes y lapsos con todas las demás dimensiones que Lihn despliega gracias a cada poema. Podemos por tanto retroceder al título de la obra con mayor información y entender que no por azar, el libro recibe aquel nombre eufemista que alude de manera premeditada y connotativa pero siempre sutil y soterrada a la violencia del destierro o de vivir aquellos años de crisis nacional, cautivo por el rostro del pánico. (Los anónimos de siempre disparan en la noche / a la que no se puede entrar de la que no se puede salir / coto de caza y placer de las hienas / Los leones mismos se pervertirían si tuvieran como ellas la exclusividad de la selva. / Suenan esos disparos como algodón en los oídos / empapados de nuestra sordera son el éter que nos trae la noche / y henos aquí tendidos en nuestros lechos de operaciones / Mañana habrá muertos, eso es todo / Mejor que se guarden la noticia / Por sus prontuarios no los conoceréis. Disparan en la noche) De esta forma el poemario queda desde su primer contacto con el potencial destinatario, cruzado por una singularidad de espectros, algunos abstractos y metafísicos pero no por ello menos anclados a la odiosa y tantas veces cruelmente bella realidad. Tan así que el caso particular de Pena de Extrañamiento nos ubica en un extenso y complejo periodo de producción para el arte en Chile, pues el libro, como hijo de su época, abarca una década en la vida del escritor, periodo que se prolonga a partir del 73, año en que Chile sufre un violento cambio en su dirección política y social hasta alcanzar la primera mitad de los ochenta, en que ya acostumbrados, resignados o sometidos, los habitantes del país, como ocurre en todo lugar que enfrenta un cambio de paradigma abrupto y dirigista, asumieron la represión y orden impuesto, cual designio del terror irracional luchando desde la oculta periferia, o paradójicamente, beatificando la acción de las fuerzas coercitivas como señal de coherencia. Estable y promisorio porvenir. Slogan de un régimen cuyo discurso mítico pretendió borrar o lisa y llanamente satanizar el pasado inmediato para retrotraerse a las figuras epónimas de un esplendor militar y tradicional en las que encontró respaldo y continuidad como proyecto patrio, no es casualidad por ello toparse en el Chile de hoy con dos corrientes de pensamiento abiertamente opuestas, marcadas por la época de escisión. Voces polarizadas que por un lado acusan descarnadamente que vivimos en una nación que carece de memoria y en caso contrario, una mirada vecina que arguye despotricando en contra del odio y resentimiento del que se refugia en el pasado y sus ánimas, finalmente se acusa el aborto de un proyecto de genuina equidad frente a un calvario de absoluto caos que invoca a su Mesías de gris, a fin de restablecer el tan preciado orden por la razón o la fuerza. (He aquí a lo que se reduce el Gran Teatro del Mundo / descompasando el buen tono / de la desesperación de Segismundo, arranca aullidos / de lo invisible en que tienen lugar los entretelones / sangrientos de lo real, sucios de cuerpos: / pasillos subterráneos en que el conspicuo prisionero / ciego avanza, ahora, a patadas y culatazos / hacia una improvisada sala de torturas / donde no se prohíbe la entrada a los niños De lo mismo ) Pena de Extrañamiento abierta a la estética de descreimiento de Lihn en que siempre prevalece el estilo como la suma de todas las incertidumbres del hombre, atestigua con cada poema y desde distintos ángulos en una polisemia demencial, la condición de sujeto errátil, de eterno extraño en todas sus facetas, de modo que servidores (poetas, hablantes y narradores) y servidos (realidades, mundos, entidades representadas o incluso ninguneadas) en colisión se suceden, comulgan y confabulan para dibujar el conflicto de aquel habitante perdido en las antípodas o curiosamente, considerado con mayor vehemencia, alienígena y preso en su propio hogar. ( No me voy de esta ciudad con la resignación de los visitantes en tránsito / Me dejo atar, fascinado por ella / a los recuerdos del presente: / cosas que no tuvieron, por definición, un futuro / pero que, ciertamente, llegaron a envejecer, pues las dejo a sabiendas / de que son, talvez, las últimas elaboraciones del deseo, / los caprichos lábiles que preanuncian la vejez. Pena de extrañamiento) Así entendemos por obra del mágico lirismo la condición del temeroso pasajero que se ve aplastado por la certidumbre del discurso forzado e incluso al que contrario, temiendo una revolución que no se pidió, que no comprende, agradece feliz el aborto de la misma y ávido demanda un nombre y apellido a las cosas, un retorno a lo seguro y una explicación tajante ante las situaciones de odio y lucha a fin de poner un alto a la incertidumbre onerosa de existir y dar existencia entre tanta confusión, (dichosos tiempos aquellos en que la disputa era un arte / y no una redada policial la disputa) Tales son los circunstancias que pena de extrañamiento a mi juicio atrapa con locuacidad al percibir el sentimiento de muchos hombres, en ese década ambigua que Chile vivió y que en cierto grado sigue viviendo y vivirá. Y el poeta de ayer y el de hoy, cómo enfrenta ese transito, como se impone a la resemantización impuesta de un proyecto externo a sí, externo a todos pero que procura ser la consciencia colectiva de un país con términos renovados a la luz de sus anhelos, mismos que va fijando con hierro sobre la piedra, estableciendo la idea inamovible de democracia, unidad, nación, país, compromiso, lealtad y en general toda proceder cultural dejando de antemano establecido, si nos referimos estrictamente al arte, que música, literatura, y plástica pueden ser consecuentes con el patrimonio tradicional al juicio del censor de turno. (gente que gira alrededor de las piezas de museo / olvidadas de su condición de piezas de museo / y que parecen pues ignorar donde están / (…) somos obras de arte momentáneamente vivientes el arte y la vida) Aprobado y promulgado el valor de la pieza en cuestión, corresponde agregar dicha voz, imagen o sonido a lo canónico a lo políticamente coherente con la idea imperante, en tal grado una pieza y su autor posee el debido prestigio y correspondiente valor comercial, de colección en función de su continuidad con el proyecto. El discurso imperante rotula y da existencia, realiza el trabajo de confirmar como seres a todos aquellos hombres temerosos, lábiles ante la idea de crearse, pero qué hay del poeta que sufre esa pena de extrañamiento desde sus entrañas y en la piedra fundante de nuestra lógica y pensamiento, el lenguaje. Podría este ser ingresar a su sistema, le interesaría realmente ser mutilado y empaquetado en aquel pequeño eslabón a fin de ser suma en aquellos fines ajenos. En sentido contrario, sería una pieza a erradicar. Lihn se cuestiona y combina el sentir social de aquel momento con su propia obsesión y su experiencia dentro y fuera del país, poniendo en juego gracias a Pena de extrañamiento en su totalidad una serie de disyuntivas, meta y extra textuales. Al respecto Federico Schopf dice en su artículo titulado pena de extrañamiento, publicado en Pluma y pincel edición del año 86 lo siguiente: El desarrollo de su escritura le muestra, dolorosamente, que la psique no se limita. al yo conciente y que el sujeto arrastra en su huida -desde "el eriazo remoto y presuntuoso"- mas de lo que supone o percibe al mirarse en el espejo y en el espejo de la conciencia. Depende más de lo que cree -de lo que creemos- de la periferia dependiente. El poeta se vuelve en tal grado un fantasma que pena, triste y extrañado, extranjero en sus palabras y con más razón en los discursos ajenos y enajenantes de modo que su desplazamiento valeroso que no reclama un orden impuesto, se debate por encima de las utopías fragmentadas, el osario de ilusiones y las personales quimeras también heridas, a fin de no resumirse en la facilidad de abrazar la pesadilla colectiva o el sueño de unos pocos, esa distopia de inmolaciones plagada por una oficialidad desmembrante. El poeta es un universo solitario chocando con los otros grandes y pequeños universos y aunque en esa colisión pierde, también gana en cuanto tiempo y espacio logrando una apertura abismal de códigos privados que re-estructuran y arrastran la realidad, cruzando desde la oscuridad al otro lado.
Autor: Daniel Rojas Pachas. Publicado en: La Santísima Trinidad de las cuatro esquinas.
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