sábado, 3 de enero de 2009

Hacia una interpretación Lihn-güística de: Para ningún destinatario

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En esta ocasión he querido realizar una deslectura del poema “para ningún destinatario” de Enrique Lihn, sin embargo antes de proceder al texto mismo y su decantación creo que es pertinente entregar algunos datos sobre el marco que envuelve a esta pieza, el libro que cobija al poema y sus circunstancias.

Este texto se haya presente en el libro Estación de los desamparados, libro del chileno paradójicamente inspirado por su estancia o “estación” en Perú con motivo de la solicitud que le hiciese el poeta César Calvo para fungir como jurado en un festival de la canción. El libro, concebido allá por el 72 llegó a ser publicado recién diez años después en un tercer país, México. Las razón para tan dilatada presentación de esta obra que goza entre el grueso del trabajo poético de Lihn de una escasa difusión, es principalmente el recato editorial, pues se pensaba que la imagen que este poemario entregaba del Perú en aquella década gobernado por Velasco y su régimen Revolucionario de las Fuerzas Armadas, con todas las consecuencias que la dictadura tuvo sobre la economía, agricultura e intervencionismo en la prensa, podía resultar desalentadora, cruda e incluso ofensiva.

.....¿Es este un país civilizado?
Yo personalmente creo que no. Este es un país bárbaro
que vive una guerra permanente consigo mismo,
una guerra no declarada.
Se ha montado aquí una gran maquinaria.
La Maquinaria del Ocultamiento de la Verdad en el Perú.


Esta opinión fue compartida por el propio autor, quien la hizo explicita al referirse a la división que presenta el poemario. De acuerdo a Lihn, el texto trataría: en su primera parte, de una "intromisión valorativa, gratuita y poco diplomática en los problemas de un país hermano" (Lihn 1997: 379-380), y un "cancionero amoroso" en la segunda

Al respecto es necesario señalar también que la obra recibe su nombre en honor a la estación de ferrocarril Desamparados situada en Lima. El creador, en el título, juega polifónicamente con ambos vocablos al aludir no sólo al lugar físico, edificio ubicado en el margen izquierdo del hablador, o sea el río Rimac sino que busca connotar la condición metafísica de soledad, de desesperanza atestiguada en el lapso que vivió en calidad de extranjero (esto lo veremos en detalle una vez realizado el análisis).

El autor añade además en el libro definitivo, editado por Premiá en el 82, la siguiente cita que ilumina a los intérpretes en cuanto a la recepción y lectura histórico-política subyacente: Este libro, pues, que abunda en un corazón partido, es al mismo tiempo una crónica del Perú: repetición, más o menos literal, de textos orales harto inocentes por lo demás, como se verá; obra de montaje con materiales del natural. La sección segunda –el cancionero de la estación- es el desamparo menos Lima. No tiene connotaciones histórico-político-geográficas: Son estas las que han mantenido el libro en la inedición. (Lihn 1982: 9)

Es mucho lo que podemos obtener de estas palabras para comprender la génesis y devenir de Estación de los desamparados, se admite en primer lugar el carácter cronístico, de diario de viaje o vida de la obra para aludir luego de forma no menos directa y categórica a la función política que empapa al texto en general, o al menos a la primera parte. En cuanto a esto, hay que agregar un dato curioso y no menor, que el santiaguino rápidamente deja en claro, la visión desplegada en torno al país de Vallejo, no surge solo de la memoria e impresiones personalísimas que Lihn pudiese tener, sino “de la repetición, más o menos literal, de textos orales harto inocentes por lo demás” o sea contaminado por las conversaciones que tuviera con su pares intelectuales y artistas del Perú, en definitiva estamos ante una obra que posee un efecto testimonial, tomando como fuente misma el testimonio, o sea, la voz e interpretación de terceros en la constitución del yo poético. Esto a juicio del teórico literario Oscar Galindo torna más compleja la comprensión del modelo genérico que estructura la voz del hablante y por ende las aproximaciones que el lector pueda tener frente al poemario en la medida que el retrato que Lihn hace del Perú no sólo bebe de discursos interdisciplinarios propios del periodismo u otros géneros narrativos por decirlo de alguna manera, sino que además recoge para su gestación la opinión de otros, a los cuales el mismo poeta arguye, es mejor no individualizar por su seguridad. Galindo señala al respecto que se trata de: el testimonio del testimonio, es decir, la transcripción de relatos de otros o más bien el recuerdo de dichos relatos. El dialogo que se desarrolla con el Perú de aquel momento fluye en los siguientes términos

Estación de los Desamparados: aquí tendrían que llegar
los migrantes de la sierra arrojados a Lima.
Pero con seguridad avanzan penosamente hacia ella
en la dirección de estos cerros hambrientos
donde acampa el ejército de los que mueren y mueren
antes de la batalla
de los que viven y viven antes de la batalla.


La pregunta subsecuente es: ¿Dónde establecer los límites entre el autor y el hablante en cuanto a juicios?, son las opiniones de Lihn o de la voz que creo o tal vez son sus pares los que producen estas digresiones. ¿Es el sentimiento de extranjero el que se desnuda o son los residentes que hablan a través del poeta?, quizá una amalgama:

En cuanto se toca el problema del indio –ya nadie lo toca, ningún
peruano habla de esto con sinceridad-
empiezan, pues, las hipocresías.
Yo no tengo ninguna solución para el problema del indio:
lo que ahorita les diga lo creerán un horror, pero no es mi solución:
nadie tiene ninguna.


Ese ahorita, propio del habla del peruano, confunde al lector a la hora de identificar al hablante, dónde empieza y termina la cita, hasta que grado se compromete la voz de Lihn. Lo que si queda claro es que el chileno, haciendo uso de estas estrategias que bordean lo anfibológico plantea un nivel muy interesante de conexión entre poesía y contingencia, aunando la percepción crítica de una multiplicidad de voces, la suya propia, la de los peruanos y la del hablante que tiene autonomía en la obra, por tanto el poeta metafísico que por lo general debate en torno a la existencia, a la desconfianza de la palabra y que busca ironizar la realidad con humor negro y desasosiego, también orbita por lo que nos muestra este libro, fuera del esteticismo, del texto volcado a sí mismo y compromete diversos estadios de la mirada que circunda en torno a lo extratextual.

La situación de Estación de los desamparados empero, no culmina allí, en ese tema que según Lihn contribuyó a mantener relegadas las páginas del libro, o sea las connotaciones histórico-político-geográficas pues la otra parte del texto aunque se mantiene en la tónica del desamparo se aparta del germen social, de lo ideológico y comprometido con el otro, con la alteridad en un nivel gregario al ser voyeur de la maquinaria de ocultamiento de la verdad en el Perú y aborda otro sentido al penetrar la vertiente íntima del amor o mejor dicho del desamor, abriendo uno de los fetiches del poeta, el cuestionamiento constante en torno a la incomunicación y lo complejo de sostener una relación de pareja.

Fragmento de tus auxiliares fueron (…)En lugar de una puñalada recibo un buen consejo.
Tu misma me alientas a la espera y a la prudencia
Te declaras preocupada por el estado en que me encuentro.
Sólo el escándalo y tu horror hacia él pondrían en evidencia
la verdad
de una ruptura glacial


(…)No me provoca ir a Machu Picchu.
Apuraré mi regreso
pero igual estarás a mil años de distancia
y tú serás mi ruina.
Fue así como llegué
a envidiar
a los muertos.


Tal como se señala en la obra de Carmen Foxley: Enrique Lihn: Escritura excéntrica y modernidad, las circunstancias personales que embargaban en ese entonces al poeta, implicaban un quiebre amoroso que lo acompañó de forma delirante durante su viaje. Esta cara de la realidad más personal, la afronta con ironía y jocosidad a la par que deshilvana su crónica del Perú hecha poesía; por tanto Estación de los desamparados, en términos más acotados, podemos verla como un trabajo al estilo de Hunter S. Thompson y su periodismo gonzo, aquel en que el cronista se vuelve parte de la noticia, “otro testimonio del testimonio”, la crisis del hombre ante su pareja a la luz del conflicto de los otros hombres con su patria.

Revisado someramente el contexto de la obra así como la comunicación recíproca que sostienen ambas partes, Estación y Cancionero de la estación respectivamente, llama la atención el poema Para ningún destinatario por dos motivos. Primero porque incluye en su brevedad un sentido totalitario. Un intento de definición del acto mismo de escribir, de poetizar, el que podría compararse estableciendo un nexo co-interpretativo con el poema clásico de Lihn “Porque escribí” publicado en Musiquilla de las pobres esferas (1969) y en segundo lugar porque a la luz de las condiciones testimoniales, extraliterarias e incluso de compromiso político del poemario, mirada juiciosa que Estación de los desamparados sostiene sobre el Perú, lo cual va delineando el espíritu del libro de manera integra, el tono de Para ningún destinatario pieza corta inserta dentro de la globalidad de la obra resulta desconcertante pues su presencia marca “en apariencia” una oposición tajante al sentir de la unidad y promueve un regreso al poeta introspectivo batallando con sus delirios existenciales y su angustia Wittgensteiniana. Por qué digo en apariencia, creo que antes de detallar mi lectura lo justo es poner en conocimiento del lector, el poema en cuestión.

Para ningún destinatario
sin la esperanza ni el propósito de influir sobre el curso de las cosas
el poema es un rito solitario
relacionado en lo esencial con la muerte.


Más que descomponer el texto como se hizo con TV y Sirenas, el caso de “Para ningún destinatario” demanda poner atención a la idea que Lihn procura transmitir a cabalidad al definir el acto poético y la poesía como un ritual personalísimo ligado consustancialmente a la muerte, pues tomando como base aquella afirmación que pone el acento en la nada, podemos señalar su anverso o para algunos su correlato, el ser, lo cual resulta clarificador. Ya que todos, la realidad humana en general al componerse de existencias precarias, vidas que nacen para morir, para darse un sentido en su corto lapso o estación, también se vinculan esencialmente con la poesía o con el acto de crear en el transito que efectúan hacia la muerte, por tanto podemos intervenir el texto original y señalar que:

el poema es un rito solitario
relacionado en lo esencial con la vida


Ahora si a esto añadimos que el acto de vivir es a su vez un quehacer solitario, desamparado, pues toca a cada uno por sí solo encontrar las respuestas y elegir angustiosamente el sentido final que tendrá nuestro devenir, previo al alcance de aquel destino infranqueable que arrastra todo a la nada, hacia esa muerte o imposibilidad posible como la llamaba el filósofo Martin Heidegger, podemos volver a intervenir el poema y decir simplemente:

El vivir es un rito solitario

Aunque hay que agregar que ese vivir, visto a los ojos de Lihn estaría cualificado de modo que no es casual mi intervención al reemplazar la palabra poema por vivir, pues si analizamos a fondo, descubriremos que para el escritor, el acto de escribir y vivir, de poetizar y vivir son lo mismo. El poema como creación, es un acto volitivo a veces inconsciente por parte del poeta sin embargo fuera de la mecánica que lo impulse tal como ocurre en el día a día con nuestros actos, lo que si es claro, es que siempre la acción nos afecta, da vida, muerte y sentido a la realidad que vamos diseñando. Volvamos entonces al caso de Enrique Lihn como creador de su propio tiempo, con todo lo que ello implica. El poeta da vida a su propia realidad, en estación de los desamparados lee y vive al mundo, lee al Perú de los setenta con todos los recursos que tiene para hacerlo, medios propios o gracias a testimonios o lecturas de terceros, de tal modo elige como crear su vida, como escribir su existencia y la de esa realidad que le toco enfrentar (días de mi escritura, solar del extranjero) dice en Porque Escribí, por tanto Lihn vive y escribe al Perú, tal como lo hizo con Paris, El paseo Ahumada en Chile y Nueva York y como él, todos los que asumimos aquella voluntaria obsesión y esclavitud ante las letras (así lo expone Vargas Llosa) prefiguramos el acto de vivir escribiendo, de poetizar la vida como el más rotundo e importante hacer, actuar.

Al escribir estamos ante un sinónimo de vivir, de modo que nace un par indiferenciado que se concreta en vivir/escribir nuestros días, disfrutar y crear nuestra vida/escritura, sólo de ese modo damos sentido a aquella angustia del ser, a ese tiempo al que hemos sido arrojados para correr contra aquel destino ineludible, la muerte y nada. En conclusión una última intervención al texto original sería:

El poema/vida es un rito solitario

Concluida esta primera parte del análisis y tras tanta intervención al poema original, debo señalar con pudor que el argumento desplegado para leer este texto Lihniano puede resultar arbitrario y por lo mismo, podría ser considerado por el lector como una mirada escueta, unilateral y existencialista, a lo cual puedo contra-argumentar como redactor que se trata tan sólo de mi lectura o deslectura, mi diálogo con Lihn bajo esos términos, los cuales me permiten reconocer en poema tan sencillo, una visión trascendente que se despliega en torno al poeta como hombre que reconoce su finitud y vive la escritura a la par que escribe su vida. Sin embargo insisto, a riesgo de sonar majadero, que Lihn, escritor y hombre se sabe finito por ello vive su escritura y escribe su vida ajeno a toda inactividad, o abulia compadeciente, como respaldo y refuerzo a esta visión pragmática que doy de la soledad (desamparo) y saparatidad (vida/muerte) a través de “para ningún destinatario” , resulta necesario a fin de romper lo monológico del artículo, recurrir Lihn-güísticamente a otro texto del poeta, al remate de la pieza “Porque escribí”

Pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo


En este fragmento del poema Porque escribí, suerte de manifiesto del vivir/escribir queda claro cómo para Lihn y su hablante, el acto de crear y re-crear la realidad a través de la palabra esta relacionado en lo más íntimo y esencial con la vida y por ende con la muerte como literalmente se expone en Para ningún destinatario. Visión que se resume taulógicamente en la forma que la muerte llega al poeta, este muere por su cuenta, o sea en sus términos pues como escritor vivió su estación desamparada, su lapso solitario hacía el fin como quiso y si pudo ese querer, fue porque en definitiva, escribió su realidad. Porque escribió pudo vivir.

Al respecto, se hace necesario si hablamos de realidad y su connotación, no olvidar la incoherencia aparente que ya se señaló y que puede existir entre el texto analizado Para ningún destinatario y el poemario al que pertenece este, estación de los desamparados pues el poema desde el primer verso niega a un posible receptor y la esperanza de influir en el curso de las cosas para luego presentarnos una idea de la realidad vital creada desde la escritura lo que para algunos implica una incapacidad de captar el yo fuera del cogito, o sea, estamos ante una concepción de la escritura que fácilmente puede ser acusada de burguesa u ombliguista, sentir contrario al espíritu del poemario, pues Estación de los desamparados en su totalidad, navega contra lo cerrado, metatextual y autorreferente, entregando un sentir eminentemente cronístico y testimonial, focalizado en lo experencial o extraliterario.

De cualquier modo para no caer en acusaciones y satanizar el compromiso ético que desde su propuesta estética pueda tener Lihn, es necesario recurrir a dos documentos, algunos versos del aludido poema Porque Escribí y un fragmento del artículo LOS LIHN: CONDENADOS A LA IRREALIDAD escrito por Cristián Warnken Lihn, sobrino del poeta, profesor de lenguaje y conocido animador de la televisión (la belleza de pensar y la belleza nueva). Estos entregan algunas pistas para comprender el sentir de Lihn ante la realidad, la vida y la muerte y contribuyen además a dar otro empujón al carácter polifónico de esta lectura, agregando una tercera voz.

Me condené escribiendo a que todos dudarán
de mi existencia real,
(días de mi escritura, solar del extranjero).
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos
digo que pasarán porque escribí
y hacerlo significa trabajar con la muerte
codo a codo, robarle unos cuantos secretos

(Fragmento de Porque Escribí)

LOS LIHN: CONDENADOS A LA IRREALIDAD (fragmento)

(..) Los Lihn, cada uno a su manera, son habitantes de una “irrealidad” muy propia, de una distancia irónica frente al mundo práctico, todos han sido víctimas de esa “rugosa realidad” de la que hablaba Rimbaud. Lihn escribió un hermoso poema sobre Angélica -su hermana y mi madre- que muestra a una fantasmal adolescente caminando por las calles de París, extraviada, ausente. El poema dedicado a mi madre es un autorretrato del propio Lihn y de su propia manera de viajar, y recorrer las ciudades, como un espectador situado y sitiado por la memoria y las trampas de la infancia y el lenguaje. Él escribiría después París, situación irregular, cuaderno que muestra un París más vertiginoso, más “posmoderno”, pero no por eso más real. Lihn nos hace sentir que todas las ciudades son proyecciones de la memoria, que todo lo transforma, y que no hay presente ni pasado posibles, atrapados como estamos por las labilidades del deseo, eternos niños que juegan en “la pieza oscura” de la realidad. (…)

Queda claro que para Lihn, la realidad y la existencia no se puede concebir sin la escritura, sin el tamiz de las palabras por muy enemigas que resulten a veces, eso lo vemos en el fragmento seleccionado de Porque Escribí.

Me condené escribiendo a que todos dudarán de mi existencia real. La escritura, su escritura se impone al ser, al punto de llegar a negarlo, de modo que el arte no sólo reafirma al autor sino que muchas veces también lo borra, lo tacha. Algo anecdótico que puede vincularse y contribuir a un mejor entendimiento de esta problemática, se da en torno a todas las existencias que el poeta como un pequeño o gran dios de las letras realizó al dar vida a seres como Gerardo de Pompier, sátira mordaz de la intelectualidad hispanoamericana, o por ejemplo al hacer pensar a los chilenos que el poeta viñamarino Juan Luis Martínez, no era más que otra de sus invenciones, al profundizar sobre la nueva novela de Martínez en el ensayo Señales de ruta. En esto hay que entender finalmente que la autonomía de la palabra se impone a la biografía del creador por ello en ese vivir/escribir, días de su escritura solar del extranjero, hay que posicionar el origen y existencia de toda realidad escrita y re-escriturada por Lihn.

En ese devenir existencia/escritura de Lihn, el poemario Estación de los desamparados desde el título, va más allá de lo material, por tanto la realidad para el autor es más compleja que lo que atañe a una mera dialéctica histórica. Como ya expuse en un comienzo “estación y desamparados”, no sólo denota un sitio sino que connota al universo humano por completo y por ende a la propia estación de Lihn, a su vida desamparada y a la condición precaria que todo hombre, escritor o no escritor, sufre, y en ese sumar de realidades hay que pensar la condición política de Latinoamérica y en específico del Perú, ese Perú del 72 entendido a la luz de este poema como una realidad fantasmal que sólo cobra vida en la palabra, pues la escritura realiza al mundo y da vida a las existencias, las sitúa en la memoria y dialoga con los idiolectos del eventual lector.

De modo que la Estación de Lihn en el Perú, cruda, realista. polémica, ofensiva, barbarizada y romantizada es Lihn, Lihn y su genio en un lugar irreal como todos los lugares y objetos que aunque eventualmente llegan a tener esencias, nombres y verosimilitud, es tan sólo porque todos los residentes y habitantes los leemos y escribimos en el vivir/escribir diario, de modo que todos servidos y servidores pasarán en esa escritura, escritura que paradójicamente quizá nunca tenga destinatario, por tanto por mucho esfuerzo que hagamos, por muy duro que sea nuestro intervenir no cambiará en nada la suerte de las cosas, estas se vivirán, se escribirán, se leerán pero no cambiarán su destino irreductible sustancialmente vinculado al natural proceso de afrontar la muerte, y aún cuando de los hechos históricos, políticos y poéticos surgán nuevas vidas y escrituras, ello no hace más que perpetuar esta ilusión en la palabra, este sueño Kafkiano compartido, personal o quizá negado y condenado a existir tan sólo en las páginas privadas de quien les dio vida y tuvo vida gracias a la magia de la poesía y el poder que el rito solitario de vivir/escribir tiene sobre la muerte para robarle uno que otro secreto antes de que venga a reclamarnos.

Autor: Daniel Rojas Pachas

Publicado en Cinosargo

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1 comentario:

Stock dijo...

puta Daniel ya te desapareciste de nuevo, nisiquiera invitaste a lo de tu titulacion (o como se llame la guea), da señales de vida.
Aer si en un par de semanas, cuando ya me desocupe d la u, nos juntamos .

y sería.

Saludos

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