miércoles, 20 de agosto de 2008

Anverso Literario: Kenzaburo Oe, Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura.

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Apostillas sobre algunas obras de Nobeles Literarios - Segunda Entrega: Kenzaburo Oe, Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura.


La obra del nipón Kenzaburo Oe busca constituirse como una historia universal y acabada que se sitúa de manera original en el recorrido de pasajes solitarios en torno a una conciencia aún despierta al abrupto cambio cultural que ha sufrido su nación y que por ende, es protagonista de la fragmentación valórica de la misma.

El hombre gordo, protagonista o actante principal de la obra, “Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura” es un testigo presente de la forja incierta del futuro y víctima de las represiones pretéritas; producto ineludible de los errores y secretos familiares o comunitarios que generan vacíos y escamoteos extremos en una identidad, en este caso, la deshonra, la traición, la violencia y la mentira.

El rol del gordo, indispensable dentro de una alegoría antropológica como la de Oe, ve su acción delimitada en la conducta medianamente imparcial que este sostiene. Todavía no ha sido devorado por la alienante vorágine de consumo como Mori, su hijo enfermo y en apariencia, incapaz de entablar un vínculo concreto con la realidad actual y más aún, con la pasada. A diferencia de este, el gordo se halla dentro de sus facultades, es capaz de comunicarse con su entorno ya sea en forma retroactiva como proyectiva, por tanto, todavía tiene asiento en lo racional y esta gravemente atado a lo que fue y por mucho que se resista a ser como sus progenitores, el gordo es en gran medida víctima y efecto de las estructuras represivas de esa tradición, lo cual cierra el círculo metafórico de la fábula con el fantasma y sombra de infamia paterna y la demencia senil y aberrante de una madre que lo acusa y difama, aludiendo a una locura provocada por una sífilis contraída en el extranjero.


Bajo esos lindes, se desarrolla una historia en el margen inestable del absoluto y el incierto, posicionándonos en la crisis misma de la postmodernidad. Esta condición destruye el feudo racional y nos empuja al descreimiento y desfiguración de los valores jerárquicos, los tabúes y las máximas canonizadas que sustentan lo que se denomina equilibrio social o armonía para el inconsciente colectivo.

Oe plantea en sus páginas, la superación del placebo social que por largo tiempo sostuvimos como correas y represión a fin de mantener cohesionadas o mejor dicho coaccionadas las voluntades. Éramos tributarios de una razón social, de una causa y fin, de un sentido de propiedad y de valores absolutos. En tal grado, el tema último de este tratado ficcional sobre la insanidad, es la demencia que todos compartimos y heredemos y en la cual nos vemos atrapados, ya sea por causas que arrastramos o que no sabemos como enfrentar por temor a la repetición de fracasos o por la misma incomunicación que no somos capaces de soslayar en nuestras relaciones.


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Con la irrupción de una realidad paródica y deforme como Mori, se desnuda en extremo la incapacidad de hablar mas no de transmitir el autismo y gravar a otros con expectativas que oponen su carga sobre el pasado y presente. El hombre gordo o Japón, si queremos verlo así, se vuelve a causa de Mori, el puente perdido y frágil que busca desesperadamente, ya sea por altruismo, piedad o inercia, reconciliar estos dos universos paralelos sumamente desconectados. Los abuelos y nietos. La brecha generacional de cualquier forma se vuelve una cárcel, y el gordo esta en ese abismo como una existencia posicionada en los infranqueables límites de la desesperación.

Ese sentir abre heridas y dinamita vasos comunicantes entre un pasado cultural, llámese Japón feudal, lleno de ritualismos y códigos, en este caso fantasmas que se estructuran bajo el discurso de la madre, su silencio, sus agravios, sus amenazas, su afán de no revelar la verdad paterna, la crisis al interior de la familia, las mentiras y conspiraciones, ante un discurrir antagónico; la urbe en desarrollo, truncada en su posibilidades mientras no deshilvane su crisis, esos tumores que pueden rastrearse en el curso de la nación desde la bomba nuclear y su sumisión a otros imperios, en este caso los del capital que deforman su apariencia y capacidad de sustento autónomo, nos referimos al hijo, el pequeño niño gordo, ensimismado, mudo, que sólo se comunica con este ser semi-fragmentado que es el hombre gordo al cual le urge su grasa, esa obesidad, gran escollo en su búsqueda final de una respuesta que aclare el panorama que anhela no sólo él, sino el andamiaje colectivo al unir esos fragmentos o trozos indefinibles; remanentes represivos del ayer con el curso actual de la historia, pues si bien son piezas limitadas, no dejan de ser su única ventana al interior de su ser y al vínculo con el futuro que Mori, tristemente representa, al ser limitado e incapaz de sobrevivir, desinformado y desvinculado de los mecanismos axiológicos que permitieron por siglos sustentar a la humanidad, a su cultura.

El gordo quiere reivindicar y reconstruir este camino y ser el sostén de su hijo, para ello se desenvuelve en una realidad que muestra elementos de gran trivialidad, pero significativos. El reemplazar el sake por Pepsi, expone las grietas en la identidad, un presente sin rumbo, sin vísceras, inconsciente, y deforme, parodia inútil de lo que fue.

La riqueza narrativa de Oe, logra sin duda concretar una metáfora social exquisita, situada en el campo de la desrealización de una comunidad y la crisis que implica la adopción y desfiguración de arquetipos y paradigmas artificiales guiados por el capital. Una excelente pieza que sin embargo, no logra la universalidad con el lector. Su historia innegablemente plantea la situación presente y en desarrollo de las comunidades que alrededor del globo, han entrado al tráfico comercial exponiéndose al bombardeo mediático. En estas, debemos incluirnos y comprender como se destruye y reinventa el lenguaje y en tal grado la lógica, la cultura y los estamentos tal como los conocimos y si bien, estas vías alternas de pensamiento y acción, no son del todo negativas al ser salidas al chauvinismo y una apertura a nuevos modelos comunitarios, a veces más tolerantes. La crisis nos es menor pues involucra la descolocación y descentramiento de una gran masa social. Consciencias y espíritus edificados en base a una rigidez cultural.

Sin embargo “Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura”, muy circunscrita a la realidad y cosmovisión oriental y más específicamente a la japonesa de postguerra, sitúa al hombre gordo como un producto fiel de su medio, del devenir histórico. Obviamente ese transcurso no esta desvinculado de nosotros y el resto, el impacto mundial de Hiroshima es ineludible así como el hecho de que en mayor grado, como ellos, servimos de simples proveedores o basureros de la tecnología y cultura de consumo. Empero, la trama termina por volverse muy local, gravita en torno al pasado imperial de ese país y su crisis aun no superada en torno al ya mentado dilema nuclear. Podríamos hacer la analogía común con el tema de la conquista ibérica para los escritores continentales o a nivel nacional, refiriéndonos al golpe del 73, o el holocausto para los escritores judíos.

La inventio se vuelve un tópico y desde ese punto un refrito. Descendencias con malformaciones genéticas y miedos que se traspasan generacionalmente, una locura compartida y personalísima, que Oe demuestra no es privativa de su país y gente. Sino una endemia psicológica que nos fuerza a palear la locura y hacerla más llevadera. Esa situación, junto con el desarrollo del tema y el manejo del monólogo en tres estadios de concreción patológica, le dan un gran valor a su trabajo, reafirman su don narrativo, mas el desarrollo, probablemente por nuestros esquemas occidentales, es muy aséptico dentro de su ánimo carnavalesco y grotesco. Se torna distante, frió, impersonal, muy focalizado y en momentos casi anecdótico. Uno no llega a tomar por completo el peso a todo el potencial de la historia, más aun cuando el lector se anticipa a ciertos eventos.

Sin embargo la obra esta abierta a más de una lectura, la presente no es ni pretende de forma exclusiva cortar los límites de interpretación del texto, sin embargo considero es una exageración editorial el señalar que Oe es el sucesor directo de Dostoyevski, esta obra bien podría ser un capítulo perdido en una obra del ruso. Los soliloquios de Fiódor logran anticiparse a su tiempo y aún siguen siendo de manera irrestricta y verdaderamente universal con o sin premios encima, el continente que envuelve la decrepitud moral, la ambivalencia del juicio, la relatividad completa del axioma humano en todas sus dimensiones, y es que el tema de Oe a diferencia del discurso literario del ruso, si bien goza de un tratamiento peculiar y refrescante, sobre todo por los vasos comunicantes que su cosmovisión puede entablar con la nuestra considerando además que fue escrita a mediados de los setenta (en esa medida se rescata su posibilidad de trascender a su medio inmediato), fuera de lo intercultural; el hombre gordo es tan sólo una metáfora sociológica de un Japón escindido como cualquier otra comunidad global hoy en día. Periodo en que las culturas más tradicionales o cerradas, se debaten ante la avanzada tecnológica y el imperio del mass media y sus arquetipos, viendo como sus descendientes pierden cada vez, de forma más vertiginosa, toda relación y adhesión a lo que estos evidencian como un pasado de gloria y la forma más autentica de hallar una ligazón o férrea constitución valórica y de pensamiento.

Un gran ejercicio narrativo, con puntos altos, con elementos desafiantes y novedosos para el lector promedio, pero una desilusión para quienes esperan que un nobel (aunque este y ningún premio en realidad, sea garantía de calidad), al menos refleje mayormente el tan mentado slogan de ”a quien haya producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección ideal” Sobre todo si se le carga con la osada valoración critica y editorial de alcanzar el genio de Faulkner y Dostoyevski.

Autor: Daniel Rojas

Publicado en: Cinosargo


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