Beckett: Un diálogo constante con lo inefable.
(Todos los derechos reservados: Daniel Rojas Pachas)
La voz poética de Beckett, tanto a nivel personal como en su rol de insigne y señero representante de una vertiente antitética de la tradición novelística occidental, ha quedado inmortalizada por la crítica, bajo la imagen estética del fracaso, autor del absurdo y la impotencia, como inexorable destino de la comedia humana.
Su arte, postula matices extremos de la línea iniciada por Camus, Kafka, Leopardi y Sartre la cual será revisitada posteriormente por escritores como Perec o Michel Houellebecq claro que sin el atrevimiento y espíritu visionario del Irlandés.
Su creación de esferas huecas y cerradas herméticamente, mundos comprometidos con la locura y la imposibilidad de sustraerse del purgatorio que implica ser en función de la nada, hace de sus portavoces, Murphy, Molloy, Moran o MacMann sin importar el nombre que tengan, presas del lenguaje, renuentes y trasgresores del acto mismo de comunicar y sin embargo, violentos usuarios que viven en un constante y burdo monólogo, el cual deja en claro, cuan difícil les resulta morir y cuan poca justificación tiene el respirar agonizando.
Desde un plano individual, se vislumbra la imagen del Samuel Beckett como la del creador que mejor supo proyectarse en las posibilidades comunicativas del gris vital, la falta de movimiento y parquedad, al punto que iba construyendo una leyenda de extremo silencio dentro y fuera de la ficción. El escritor yugoslavo Radomir Konstantinovic, en su libro Beckett, mi amigo, llama la atención sobre la imponente "presencia" del escritor: «Beckett no era el creador de Hamm y Clov, sino alguien como ellos. Incluso físicamente, con su presencia, pertenecía al mundo de estos (...) siento la fuerza de su presencia en todos los que se preguntaban, tras un encuentro con él, si era un místico, un santo o un loco (...) A él eso le ofendía. Especialmente le ofendían las mistificaciones sobre su "santidad"(...) estaba al otro lado de la vanidad.» Beckett anhelaba la pobreza expresiva. «Soñaba incluso con abolir los verbos être y avoir ('ser' y 'haber').» «Nunca le oí pronunciar la palabra literatura. Ni siquiera la palabra escritura. Hablaba siempre de trabajo.» En tal medida, fue muy poco lo que escribió sobre sí y menos aún, sobre sus metas e ideales como escritor.
Dentro de su novelística, en la obra El innombrable, Laura Cerrato, directora de la revista Beckettiana editada por la Universidad de Buenos Aires y autora de varios ensayos sobre el autor, destaca una frase en extremo reveladora: “Las palabras que caen, no se sabe dónde, no se sabe de dónde, gotas de silencio a través del silencio”. Quedando clara la fijación de este, hacia las formas dispersas y desintegradas arbitrariamente. Lo cual se condice con el enorme aprecio que el autor logró desarrollar hacia la obra del pintor holandés Braun Von Velde al cual, paradójicamente, dedicó arduo tiempo y análisis. El trabajo de composición de Von Valde como la vida de los personajes Beckettianos son fugaces líneas, en que lo tenuemente sugerido, es con violencia cancelado y negado al instante siguiente. La imposición del silencio marca el imperio del absurdo y dota al mundo de límites imprecisos, ambiguos, producto de la falsedad de los hechos, la fragilidad de lo enunciado y la constante contradicción entre lo que vemos, oímos y finalmente interpretamos.
Esto conduce dentro de un espacio colectivo, el de los cánones y movimientos literarios a insertar al autor dentro del denominado ‘teatro del absurdo’, categoría propuesta por Martin Esslin que incluye además de Beckett a Ionesco, Pinter y Adamov, entre otros.
Dice Esslin: “El teatro del absurdo no procede con conceptos intelectuales, sino con imágenes poéticas, no expone un problema intelectual ni da ninguna solución clara que sea reducible a una lección o a una norma ética. Muchas de las obras del teatro del absurdo tienen una estructura circular, terminando exactamente igual a como empezaron. (…) el público se enfrenta con acciones carentes de motivación aparente, los personajes, que se hallan en constante flujo y los sucesos, están evidentemente fuera del reino de la experiencia racional” (1997, p. 162).
Araceli Laurence en su trabajo sobre Beckett y Gambaro, cita a Patricia Pavis, autora argentina experta en teatro moderno, que selaña la existencia de diversas “estrategias” del absurdo, Beckett lo utilizaría como “principio estructural para reflejar el caos universal, la desintegración del lenguaje y la ausencia de una imagen armoniosa de la humanidad” (2005, p. 20)
De forma que en su poética, indefectiblemente, se disuelven los componentes tradicionales; personajes, acciones, tiempo, espacio. (Laurence, 2007)Y la frontera entre la enunciación y lo enunciado se torna cada vez más opaca, procurando, la abolición del referente y la función constante del lector como “infinito decodificador de la escritura” (Barrenechea, 1982, p. 378).
Barrenechea evidencia además, la ruptura del contrato mimético “lo que provoca el bloqueo en el proceso de reconocimiento y lectura por el cual ‘la obra remite al mundo y el mundo a la obra’” (Barrenechea, 1982, p. 378).
Teniendo en cuenta semejante línea de consideraciones, las cuales aclaran el panorama creativo de esta autor contemporáneo, no cuesta percibir desde un principio, la mimesis ambigua que dispone, a fin de crear una logicidad carente de espacio, plagada de acciones fragmentadas e hibridas libres del peso temporal o causal, afectando no sólo las expectativas del lector en torno a lo enunciado, sino su interpretación del mundo y la valoración de un género ultra-acreditado como es la novela y el influjo que tiene en la constitución de valores y una apariencia de verdad.
Lo expuesto permite reforzar y sostener todas las apreciaciones que la crítica ha emitido por años con respecto a Beckett, sustentándose primordialmente en presupuestos semánticos y de implicaturas al interior de su dramaturgia, faceta de su labor más popular y difundida, cuando hoy, más que nunca, resulta indispensable, por la pertinencia de su voz, abocarse también a la novela, territorio fértil en que Beckett evidencia de forma más tajante su apuesta y evolución minimalista, desde un periodo erudito marcado por la presencia ampulosa de tópicos grecolatinos y la influencia de Dante y Joyce, pasando por el cultivo de la novela negra y el absurdo existencial, hasta la fragmentación y síntesis total del género, en una premonición de la condición postmoderna propia de sus últimos títulos “Sin” y “el despoblador”, reflejos de un caosmos que elude la representación (mimesis) física y textual, reafirmando que la única realidad, precaria y ritual, aún cuando se anteponga cualquier empirismo positivista o metafísica cargada de utopías, reposa ab eternum en la palabra y la incapacidad de la razón humana para substraerse de su logicidad, lo cual afecta tanto el diseño como el contenido del discurso y propugna en última instancia, una apropiación y sufrimiento del existir como nada inalcanzable e incomunicabilidad ineludible.
La poética de Beckett y su anti-representación exacerbada a partir de la trilogía.
A lo largo de los 60 y principios de los 70, la obra del irlandés evidencia una clara tendencia a compactarse en formas cada vez más breves y autorreferenciales, en lo que se ha descrito como minimalismo. El ejemplo más extremo de tal economía de recursos, entre sus obras dramáticas, es la obra "Aliento" del 69 que dura únicamente 35 segundos y carece de personajes. En prosa en cambio, siguiendo la tendencia, encontramos Sans también del 69 y que cuenta con apenas siete páginas; según su traductor al castellano, Felix de Azúa se trata de un texto muy difícil, aunque «muchos especialistas lo consideran la pieza clave, la más rigurosa, la más exacta de la producción del irlandés». La obra se abre: Ruinas refugio cierto por fin hacia el cual de tan lejos tras tanta falsedad. Lejanos sin fin tierra cielo confundidos sin un ruido nada móvil. Rostro gris azul claro cuerpo pequeño corazón latiendo solo en pie. Apagado abierto cuatro lados a contracorriente refugio cierto sin salida.
Obras llamadas de “espacio cerrado” Beckett desarrolla su tan mentada preocupación por la memoria y sus efectos sobre el autoconfinado y auto observado ego en un progresivo y constante anular de cada acto y afirmación del ser y haber. Estética de la antirepresentatividad o más bien irrepresentatividad que busca a través de la comunicación y sus mecanismos, una síntesis trágica y la humorada final de la existencia: La imposibilidad tácita de lograr un circuito veraz.
Autor: Daniel Rojas Pachas.
( El artículo expuesto previamente, corresponde a una serie de notas que sirvieron de trasfondo Bio-bibliográfico a una investigación crítica que realice, centrándome en el último periodo narrativo de Samuel Beckett. Monográfico titulado: Beckett y la trasgresión comunicacional: Principios de una estética de la antirepresentatividad. Dicho artículo, destinado a un trabajo académico y eventual publicación en una revista filológica, busca delimitar, los alcances teóricos y críticos, relativos a la estética de la antirepresentatividad, visión minimalista, capaz de transgredir los principios básicos de la comunicación y la narratividad, divisa del autor irlandés, antitesis de la tradición novelística y paradigma visionario, de la literatura contemporánea postexistencial)
Obras Citadas
Barrenechea, A, “La ruptura del contrato mimético en la novela contemporánea”, en Revista Iberoamericana, n, 118-119, enero-junio, Columbia University. 1982
Beckett, S, El Innombrable. Editorial Alianza - Madrid, 1988
Beckett, S, Sin y el Despoblador, Editions de Minuit, 1969 y 1970
Boidesffre P, Beckett y el fin de la literatura, Lumen Buenos Aires, 1978
Camus, A, El mito de Sísifo. Alianza Editorial - Madrid, 2006
Chomsky, N., El lenguaje y el entendimiento humano, Barcelona, Seix Barral, 1980
Corredor, C, Filosofía del lenguaje. Una aproximación a las teorías del significado del siglo XX, Madrid, Visor, 1999
Esslin, M, El teatro del absurdo, traducción de Manuel Herrero. Barcelona: Seix Barral, 1966.
García Landa, J, Samuel Beckett y la narración reflexiva, Prensas Universitarias,
Konstantinovic, R, Beckett, mi amigo, Littera, 2001
Laurence, A El quiebre del pacto mimético en Beckett y Gambaro en Dram@teatro revista digital Nº. 22, 2007
Pavis, P, Diccionario de teatro, Paidós, Buenos Aires, 2005.
Pinker, S. El instinto del lenguaje, Madrid, Alianza, 1995
Vigotsky, L., Pensamiento y lenguaje, Buenos Aires, La Pléyade, 1973
1 comentario:
El artículo está bien, aunque no sé si aporta mucho a la cuestión beckettiana (lo digo en una buena; mi ánimo no está envilecido por ningún ble ble), más allá de lo que ya ha sido expuesto. Beckett es quizá uno de los más estudiados escritores del siglo XX. Naturalmente que esta sola condición también lo ha hecho uno de los escritores más incomprendidos.
Personalmente, lo único que puedo aportar como comentario de mesa de café, pedestremente, es que: la cuestión de la inanidad beckettiana, como sema y como ideologema pre(-)dominante en su producción artística creo que ya fue zanjada hace bastante tiempo (los textos a los que hacés referencia lo prueban fechacientemente). Con esto no digo que Beckett en sí ya esté agotado, no, para nada, sino que, bueno, la Nada en sí beckettiana es una e indivisa, y la aproximación filológica hacia esta Nada sí ya está agotada. Por otra parte, creo que, además de la trilogía, y los otros textos que mencionaste, no se puede dejar de lado una obra pivote en Beckett como lo fue "Watt" (hay un artículo interesante -entre muchos- acerca de "Watt" / 'The Narrative Paradox'; György Dragomán [si no lo has leído {y si no lo podés localizar en la red}, yo te lo puedo pasar]), y me pareció no ver ninguna mención acerca de esta obra. Sé que la mayor fuerza "poética" reside en los textos cortos ("Textes pour rien" es otra mención que no puede faltar) y en las obras de la trilogía, pero... creo que "Watt", si se visualiza diacrónicamente, aporta mucho luz sobre el resto de Beckett.
Quizá la pregunta última, después de haber incorporado y aleado a Beckett en nuestras íntimas y personales Arqueologías de la Lectura, es: Bueno, y ahora, ¿qué hacer?
Saludo,
Alejandro López Ocampo
(Nicaragua)
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