sábado, 21 de junio de 2008

Macerlo Lillo y su apuesta total.




Hablar de Lillo, empezar a oír ese apellido y el término “escritor chileno” aparejados, sin hacer inmediata referencia al autor de Subterra , demuestra que la condición de revelación literaria de Marcelo, ha empezado a rendir sus frutos.

El autor nacional, recientemente ve concretada su cruzada a través de la edición profesional de su primera obra de cuentos, El fumador y otros relatos , publicado en mayo del 2008 en Madrid por la editorial Caballo de Troya y este mes de julio en nuestro país, por Mondadori Chile , logro que no es en lo absoluto obra y gracia del Paráclito o alguna mano amiga, jugando al compadrazgo.

Así lo prueba su vida de profesor de Castellano en liceos y preuniversitarios, la cual dejo atrás, vendiendo hasta la alfombra de bienvenidos para autoexiliarse junto a su mujer en Niebla, balneario de Valdivia en el cual vive desde el 2002, sumido en una apuesta total, la literatura. Pese a que esta se remonta a su juventud, pues gano su primer concurso a los 19 años y su padre adoptivo, pues como bien dice Lillo, su apellido es algo así como su seudónimo, siempre le promovió la lectura.

A la fecha, no podemos hablar de un neófito o un one hit wonder, pues el escritor tiene en su currículo más de 20 premios literarios, entre regionales y nacionales, tanto en novela como en cuento, razón que promueve la envidia y odio de sus pares y aún estos y quienes lo comparan con el pastiche de Di Benedetto, escritor argentino que Bolaño retratase en su cuento Sensini del libro Llamadas telefónicas, no pueden negar la prolijidad y acierto de Lillo para sobrevivir estratégicamente a punta de encuentros. Tres veces ganador del concurso Fernando Santiván de la Municipalidad de Valvidvia, dos premios del consejo nacional del libro, Marta Brunet de literatura juvenil 2006 y mejor obra inédita cuentos 2007 y así podríamos seguir enumerando, reconocimientos como el Oscar Castro de Rancagua en el 2003 y ese mismo en novela el 2004, lo cual va tallando y da fe de un raro talento que el mismo creador reconoce: Soy un escritor intuitivo con una aguda percepción declara y luego añade, desde el momento en que se me ocurre el título ya se que cuerpo y volumen narrativo debe acompañar al nombre.

En lo extratextual claro, cuenta con una gran ayuda, su fiel y comprometida mujer, comprende la gran intuición artística del autor y aplica su cuota dentro de la vida diaria, siendo su principal lectora y crítica, y no vacila a la hora de apoyarlo en temporadas difíciles, aún cuando ello implique leer el tarot y aceptar una promesa tan tajante como la compra de una Colt 45 que se mantiene como un destino ineludible, ante el fracaso de la empresa escritural de su pareja.

Sin empachó, Lillo afirmó a cabalidad, en el momento en que se embarcara junto con su esposa, fuera de la mundana y bulliciosa urbe “si en cuatro años no sigo ganando concursos o me va mal, me pego un tiro”.

Su tesón en un mercado tan amplio y devorador como el editorial, ha demostrado ser a prueba de balas y ninguneos, no se apabulla ante las caras mezquinas que le niegan el saludo por ser ganador del Paula en 1999 , momento en que logró un primer contacto con Ignacio Echeverría, respetado crítico literario, amigo de Bolaño, que años mas tarde le seguiría la pista como buen detective, por encima del bache que representa la distancia y la falta de medios de comunicación, al punto de concretar lo que hoy es: El fumador y otros relatos, texto en el cual se incluye “Hielo”, pieza ganadora del concurso de fin de siglo de la revista femenina y que terminase siendo puente innegable, para penetrar al mundo editorial.

Lo destacado de Lillo, además de su trabajo como escritor, es su franqueza. Reconoce leer por estos días a Chuck Palahniuk y Philip Roth y asevera que la inspiración se llama "una buena idea y lo demás es trabajo. Cita luego a Carver a quien considera su maestro. Según Raymond, para ser un gran escritor se necesitan tres cosas: talento, ambición y suerte.

El problema es que en Chile nadie escribe novelas ambiciosas, como Vargas Llosa, Don DeLillo o ‘2666’, de Bolaño". Por tanto, los escritores nacionales no me interesan, me aburren. Lo que se traduce en una lista de imperdibles que la componen mayoritariamente norteamericanos, a los cuales se acerca estéticamente. Los nombres que saltan en el acto son Carver desde luego, Cheever, Jerzy Kosinsky, de otros rincones del mundo, el ruso Chejov, el Irlandés Joyce con Dublinenses, Borges y el francés que todos llaman el continuador de Camus, Michel Houellebecq

De tan rica majamama, la idea que sostiene sin titubeos, es que un escritor debe ser un artista. Vivir como tal, al límite y si se puede, superar el ego como J. D Salinger. Otro norteamericano, creador de Holden Caulfield, entrañable personaje del Catcher in the Rye, obra de culto que catapultó a este en su juventud a la fama y que lo forzó voluntariamente a autoexiliarse hasta el día de hoy.

No podemos decir aún eso de Lillo, todavía le queda mucho por escribir en su página personal y aunque acaba de alcanzar la mitad del siglo , su obra debut resuma frescura acompañada de la cuota necesaria de crudeza y laconismo, suficiente para elevarse como una renovadora alternativa, dentro de la narrativa nacional.

Autor: Daniel Rojas Pachas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

algunas damas lo logran todo, hasta sacar de sus raíces a la gente.

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