Entonces e ahí la pregunta del millón ¿Cuándo podemos a ciencia cierta saber que esa obra, cualquier obra, fue capaz de trascender ambos medios, el privado y ese dizque público o general?
Yo creo que no hay una formula, y que mucho menos, en caso de que exista un rasgo común, este este determinado por la popularidad y las ventas, más correcto es centrarnos en la calidad de la historia y sus personajes. El momento en que estos se vuelven jueces críticos e inteligentes observadores y ya no sólo un mecanismo para expresar la voz del autor. O sea, cuando estos pasan a tener conciencia y voz propia, abandonando el carácter de disfraz abstracto e inmaterial que sirve de vehículo para los pensamientos y emociones de un ser real; el autor empírico.
El ser ficticio en esa medida deja de ser metáfora y se convierte en un habitante de la humanidad y nos traspasa su carga, tal es la situación del amigo Rodion Romanovich Raskolnikov y Dostoievski. A través de este, personaje y su autor , ambos rusos, ambos nihilistas podemos ejemplificar. Ellos nos hablaron, nos hablan hoy y así seguirán haciéndolo con las futuras generaciones. Ambos coinciden además, en algo mayor que la nacionalidad, lograron escapar del medio y periodo que los vio nacer. Tanto el protagonista como los acompañantes de aquel drama “Crimen y Castigo” (Dunia, Razumijin, Svidriegalov y demases) junto a todas sus problemáticas, desnudan a la humanidad, revelan en su conciencia lo mezquino y mísero así como también lo sublime y esplendoroso de nuestro género.
Y no es sencillo, ya que para conseguir ello, Dostoievski debió sobrepasar muchas etapas y su obra como universo pensante, también debió salir de lo meramente panfletario y gratuito, de lo recursivo y autoreferente y por tanto, evidenciar la magia individual, corresponder a esa ética del autodescubrimiento en soledad y a la vez, lograr la amalgama colectiva, penetrando a la universalidad libre de cualquier atadura: La del genio creador, el peso de su vida, la crítica del momento, la dirección que tiene el periodo con sus necesidades, inquietudes y preferencias y ya superada toda la urdimbre contextual, aun pervivir a la erosión del tiempo y la exigencia que demanda Cronos a sus hijos.
Pero claro, los escépticos que nunca desfallecen dirán, que toda obra consigue eso con mayor o menor fortuna, pero no es así, me atengo a las palabras de Raskolnikov como fundamento de su perennidad y la de su creador, uno que junto a Kafka y todo el resto de perros viejos y duros han llevado a la literatura a su punto mas alto... (Nombremos algunos, Hemingway, D.H Lawrence, ambos Miller, Tolstoi, Celine, Joyce; Beckett)
Con una clara supremacía de la voluntad del poder, el hombre siempre buscará ampliar su ímpetu y destacarse, imponerse ante los otros, esos seres materiales y comunes que sólo sirven para mantener rodando este mundo y preservando el sistema para que luego aparezcan estos tipos especiales de ideas originales destinados por su propia mano a llevar ese mismo sistema y movimiento horizontal, aburrido y monocorde a un nuevo estadio, el ascenso vertical y luego otro descanso para caer en la rutina hasta que se haga insoportable y que por su propio peso, aparezca otro Napoleón de la pluma otro heredero del genio Shakesperiano y nos legue un nuevo Raskolnikov, ese tipo extraño y pálido que se pregunta amoralmente, si el es uno de esos malditos tipos llamados a cambiar todo. En la obra quizá no lo hace, no en principio pues llega a creer que su obstáculo es la anciana a la que mutila con una enorme hacha y no su orgullo limitante y castrador, pero fuera de la obra, otro gallo canta al ex estudiante Petesburgues. Raskolnikov es un superhombre más allá del bien y el mal; destructor del espacio y el tiempo, verdugo de la moral y la civilización, de los códigos y la culpa.
¿Pero es esa ficción de Dostoievski realmente tan poderosa?, Bueno, lo es lo suficiente como para hacernos cuestionar el estado de derecho, los axiomas morales de Kant y de cualquier neoclásico recalcitrante y de trasero apretado, además, tiene de sobra, (pese a su inexistencia) poder de convencimiento como para ser un Nietzsche demente y febril, genio y demoledor de un occidente erigido bajo cánones débiles, esclavizantes y utópicos.
E ahí la grandeza de este personaje capaz de revelar y hacernos cuestionar la mediocridad y en esa medida, anticipar la caída de una cultura excesivamente axiológica e hipócrita, que desfallece inconsecuente en grandes dosis de relativismo libertino y superficial.
En la boca de estos dos rusos, en sus letras se libra una pugna tan antigua como el tiempo mismo, una masacre entre Apolo y Dionisio que no se entienden en lo absoluto pero que deben compartir desfasados un mismo espacio.
Autor: Daniel Rojas Pachas.
Publicado en: Cinosargo
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