sábado, 29 de marzo de 2008

Narrador. Carlos Morales Fredes.



Carlos Morales Fredes es un escritor afincado en la región. Desde hace unos años viene cultivando con talento, fuerza y perseverancia la prosa, principalmente el relato breve que domina con ingenio e ironía. Esta aventura creativa lo ha llevado a participar activamente en las tertulias literarias del grupo Rapsodas Fundacionales y a la fecha cuenta con una publicación titulada Malicia, antología de cuentos que vio la luz en noviembre del 2005.

Este libro, comprende diez relatos cortos pero de gran potencia. No tardamos más de una hora o dos en leerlos y disfrutarlos de principio a fin, sin embargo la reflexión vital, esa capacidad de conmover y evocar, se impregna gracias a cuentos lapidarios e insospechados como "el regreso" y como olvidar la maravilla conmovedora y a la vez anhelante de "el circulo en el tiempo".

Las letras de Morales comienzan a devorar nuestra cabeza y finalmente, si oponemos el relato "Malicia" (homónimo del libro) con la historia de "el pan nuestro" vemos el transitar del hombre desde la crueldad racional a la inocente irrealidad y comprobamos así, que una obra consigue su propósito estético, al dejar una parte de si en cada lector.

El estilo de este autor resalta por su uso coloquial del lenguaje, lacónico y preciso, libre del barroquismo propio del escritor latinoamericano. Yo me atrevería a señalar que en él, hay cierta reminiscencia a Steinbeck y O.Henry. Cultores de las letras, de origen anglosajón. Ellos como Carlos Morales, fueron capaces de transportarnos con la descripción breve y el desparpajo de las existencias ficticias que proponen y que por su propio peso, se toman el derecho de transitar entre nosotros. Aunque Morales, que se declara un escritor intuitivo y un lector disperso, demostrará por originalidad, que más allá de influencias que probablemente son sólo azar o impresiones de este crítico; la magia de su narración reside en la propia experiencia. Un sentido irónico y atento, dotado intrínsecamente del arte de succionar y exprimir tras la anécdota, lo que los demás no vemos y que su voz de narrador nos abre.

Un trasfondo vital y hondamente humano, la soledad, la desesperación, la crueldad y redención, tras la rutina de sobrevivir y realizar actos tan comunes como comprar el pan, caminar de vuelta a casa, lavar los trastes y ser un padre severo. Pues de que otra forma, podría estructurarse el lenguaje sino de la manera en que Morales construye con honesto afán, mundos que vemos en la prensa con perplejo absurdo "pianista ciego mata a asesino sordo" dice con picardía una de sus historias entrañables. La idea de convivir con la cesantía y cuidar a un molesto perro o claro, desvivirse entre amigos y cervezas o en la más profunda soledad amparado por un baúl plagado de viñetas del pasado, víctima de un anhelo amoroso.

Todas esas desventuradas gestas anodinas, no serían más que un impostado ejercicio de retórica, si no gozaran de este contar con voz amiga o lo que se llama erudición de la calle.

El resultado, mundos cercanos y verosímiles para el lector, aún cuando el creador se da el lujo de abofetear a su público con dosis encantadoras de fantasía e irrealidad. Curiosamente, este elemento fantástico lo percibimos en relatos que sumergen a los protagonistas ante turbas o ciudades enteras sumidas en la incomprensión, carentes de empatía o reflexión, lo cual nos lleva otra vez desde una mirada en anverso, al tema de la desolación y desamparo, el sentirse disociado o ajeno en el mundo, un extranjero en las fronteras de la disolución del yo, un huérfano de si mismo que comienza la tarea agotadora de reconstruirse. Tal es el caso de algunos relatos aún no publicados y muy interesantes, como “Ausenciando”, estos dan fe de la labor constante y ante todo creciente de este autor que se ha declarado ante sus lectores como escritor de tomo y lomo, en un juego metatextual llamado "Recordando el futuro" El camino que se viene para su persona, parece estar trazado en la pluma y el papel, pues de manera implícita, el relato señala: que cansado de escribir currículos producto de la cesantía, comenzó a escribir cuentos.

Autor: Daniel Rojas Pachas.


MALICIA (cuento completo)

Agustino dijo no. Por el simple ejercicio de decirlo, cansado de asentir, de ser eternamente complaciente. Pasado el asombro que provocó su negativa, se armó un pequeño conato de rebelión ante su inusitado veto. ¡Porque no!, fue su replica a la protesta cargada de reproche.

Sabía que los niños podían llegar a ser egoístas, e incluso crueles, en su empeño por lograr sus propósitos. No quería ceder a sus requerimientos en desmedro de su propio tiempo y persona.

El tono de voz, alto y perentorio, acabó por abortar la incipiente insurrección, logrando afianzar su jerarquía, reintegrando el orden establecido. Las diminutas bocas retomaron, con una mansedumbre solapada, su rutina alimentaria, esta vez plenas de queso y pan, como antes de reclamos.

Terminado el desayuno, Agustino se levantó muy erguido, y con un movimiento de caballo de ajedrez sorteó el ángulo de la mesa y se dirigió a la cocina, seguido por la gata. Empeñado en mantener el halo de autoridad, no solicitó ayuda a la hora de lavar los trastos usados durante la ingesta matinal.

La pequeña jauría de muchachos se retiró de la mesa envuelta en un amurrado silencio, para dirigirse al patio de la gran casona.

Terminados los quehaceres de la cocina, se entregó a la tarea de alimentar a su regalona. Había parido tres gatitos, que prometían ser tan hermosos como ella. Sentía especial predilección por el animal. Incluso se preguntaba, con algo de remordimiento, si la prefería antes que a los chiquillos. Esa noche, durante la cena, intercambiaron miradas inescrutables entre sí, mientras él comía fingiendo indiferencia. Al final, sin pedírselo, ayudaron despejando la mesa, y mientras él se dirigía al baño, ellos se quedaron secando la vajilla.

El gatito, el más pequeño de los tres, su favorito por parecerse a la parturienta, flotaba inerte en la tina. Consternado ante la trágica visión, y después de retirarlo del agua, lo sepultó junto al pomelo.

Al otro día, durante el desayuno, ellos insistieron en su solicitud. Agustino dijo sí.

Autor: Carlos Morales Fredes - Libro Malicia (Noviembre del 2005)

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