Considerando lo importante que es para el hombre desarrollar un identidad libre y mediante eso proyectarse de forma creativa e intelectual y hoy más que nunca debido a la avalancha de información basura que nos anega. He querido dar inicio en este espacio, a una serie de pequeñas semblanzas de autores Latinoamericanos que han aportado con su genio y visión a la edificación de una identidad continental rica estéticamente, responsable en su medula y comprometida en el acto, la prolijidad de estos maestros no deja de sorprendernos al desnudar la magia y fertilidad de nuestra región, el mestizaje, la cultura y en definitiva las potencialidades de nuestra portentosa lengua.
Alejo Carpentier (cubano 1904-1980) será el primero de la inmensa lista. Para aquellos que no lo conozcan, Este escritor, político y musicólogo por cuyas venas corría sangre francesa y cubana, artísticamente formo junto Uslar Pietri, Miguel Ángel Asturias y Jorge Luís Borges parte del círculo vanguardista de nuestra literatura (generación de 1927).
Influido por el surrealismo de la primera mitad del siglo recién pasado, Carpentier cultivo las potencialidades del inconsciente, el ideario onírico y lo rupturista que la pintura de Dalí, Los manifiestos de Breton y la locura de Tzara (dadaísta) habían iniciado en Europa. Claro que sin renunciar a sus raíces y palpitaciones, las que estaban íntimamente enlazadas al nuevo mundo. Por ello, sin caer en los recursivo y artificial del movimiento que nació al alero de los descubrimientos de Freud, tomo de este lo mejor, en cuanto a posibilidades de experimentación con las imágenes y metonimia y traslado dicho saber a nuestra realidad.
Para Carpentier, la cuestión seria el tema del afro-americano, las revoluciones libertarias del Caribe, la interioridad del hombre sometido a la opresión del medio y desde luego la magia del mestizaje: El indio o negro que entre la platería y telares finos del viejo continente descubre en suelo tropical, el voodo y las ideas románticas de Rosseau, recién importadas.
En esa colisión de universos dispares la riqueza del arte nativo y tribal puede superar a las formas cultas o elitescas. La atmósfera se torna barroca y permite al autor jugar con las líneas temporales, sociales y ante todo ínter-textuales en que los tambores bajo el humo de un ritual terminan por convertirse en compases de una pieza de Vivaldi para culminar en un salón de Jazz iluminado por la pericia de Louis Armstrong.
Todo esto lo podemos reafirmar con una sencilla frase acuñada por el autor en su celebre prologo a su obra el reino de este mundo, lo real maravilloso, dicha conceptualización que posteriormente fuese confundida o anexada por algunos al realismo mágico, el cual sabemos cuan explotado y prostituido esta por estos días además de erróneamente otorgado a Márquez, cuando de sobra Pietri y Asturias, previo a las guerras mundiales y lógicamente al boom, ya habían elevado a cimas olímpicas, el dichoso tópico. Pero en fin, en ese discurso nos queda claro que con lo real maravilloso que el define como patrimonio de América, nace una nueva forma de revalorarnos, opuesta al clasicismo reduccionista y ante todo, antagónica del maravilloso surrealista, mera explotación de lo escandaloso, escatológico al punto de ser vulgar y gratuito.
También podemos otorgar a Carpentier, los lineamientos de la nueva novela histórica y el género de dictador, al menos treinta años antes del Otoño del Patriarca y la Fiesta del Chivo…
En ellos se recogen los elementos que a posterior caracterizarían las potencialidades narrativas de la desviación del discurso oficial histórico, ante la aplicación de recursos como la deformación, el perspectivismo y alejamiento de la atención de los focos centrales, héroes en base a los cuales se cementa nuestra realidad y como ignorar el carnavalesco heredado de Rabelais y por supuesto la circularidad del tiempo y lo inesperado e ilógico, todos elementos que Carpentier dominó e implantó con maestría.
Por tanto, para los amantes de la literatura esta de más seguir dando datos sobre la trayectoria de este orfebre lírico y épico que tanto nos legó, más importante resulta que aquellos que recién se están aproximando o reencontrando con las letras ubiquen en el rompecabezas clave de nuestra cultura y mundo artístico continental, la figura epónima de este profundo investigador, viajero erudito, lucido activista y ante todo sensible hombre que quiso a América y a sus habitantes sin prejuicios.
Una imagen valiosa para la memoria es la que nos deja una entrevista en el programa español “A Fondo” en que le preguntaron a Don Alejo que pensaba de la cultura norteamericana, el con su particular acento dijo textualmente: primero, de que estamos hablando, de la cultura norteamericana colonizadora, de invasión e imperialista que quiere imponerse y borrarnos, eso no es cultura es consumo y publicidad, en cambio si hablamos de Whitman, Thoreau, Emerson, Melville y más recientemente, Faulkner pues bienvenida sea esa cultura...
Uno se pregunta entonces, cuánto saben hoy los Norteamericanos de esos padres de su literatura y poesía, Cuánto conocen de los inicios y forja de su identidad, que nos habla de los derechos civiles, la objeción de conciencia, la tolerancia y libertad de creencia, la ecología y el amor a la tierra, contrastemos esas voces del pasado con las explosiones y amenazas de su gobierno hoy y en la misma medida preguntémonos autocríticos, cuánto sabemos nosotros de nuestros poetas, músicos y pintores, si tanto denostamos la forma de vida y política norteamericana a la par que olvidamos quienes somos y adoptamos y copiamos sus logos, modismos y estándares de éxito.
Autor: Daniel Rojas P
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