
...Salgo de un letargo menor, me ducho y encuentro ante el espejo para sumarme a la rutina de evasión, el mayor y eterno letargo. Desperdigando toda la energía de mi ser en una máquina de afeitar que corta más al ras, una colonia que solo yo huelo, el desodorante que dice atraer al sexo opuesto, mi ropa, mi desayuno balanceado, las noticias deprimentes, las estadísticas favorables y las políticas de gobierno que a nadie importan hasta que tenemos que evaluar cuanto nos han robado mientras distraídos somos demócratas en la nación de nuestros propios pies. Sí. Todo me preocupa poco y avanzo pues eso me han enseñado a hacer y lo creo como agente, hombre activo en lo humano, justo y normal, modelo estable y estabilizador. Entonces con el patrón como ley, me mato mintiéndome o ignorando. Porque es mas fácil que contemplar, escarbar tras la artificialidad y saber que he perdido tiempo con cada automatizado elemento, auto, trabajo, amistad, relación, progreso, tecnología y diversión vana, pues mientras menos me importo, más importante resulta tener, para no sentir que estoy cayendo y al menos tengo de que asirme, la compañía, status, rol y dignidad a la que me sometí errado o acepte porque es el paso común y que todos y yo, automatizado también, considero ideal porque sino soy un freak y no lleno las expectativas. ¿Pero las de quién?; si realmente no tengo más expectativas que las que me han impuesto otros a los que también se las impusieron y dejaron de cuestionar cada día, cada segundo, esa cama, compañía, cuarto de baño, rasuradora y sentir de pies que ya avanzan muertos pues no hay espacio y tiempo para detenerse a verlos. Solo se tapan con zapatos que también me definen, determinando de donde vengo, a donde fui e iré, cuantos años he avanzado pero cuán poco he crecido en verdad, cuán poco desde esa mañana en que abrí los ojos con temor al oxigeno y deje el abrazo de un líquido para transponerme a otro, ya no amniótico, hoy social y de nutrición representativa en que cada segundo del por qué de mi mismo, se diluye...
...Entonces al volver a mi y salir de nuevo para juzgar a otro, siento la enfermedad endémica, desde que miro al lado y a quien yace junto, aún entre sabanas. Sin moverse demuestra cuan poco soy sin compañía, sin el juicio último de otro. Y si procuro mirar más lejos y fuera, igualmente se retrata la estúpida necesidad de compañía, por ella matamos, basta con asomarse a la ventana y verlos correr a sus trabajos, escuelas, en el parque, todos, de la mano o golpeándose. Todas son interacciones y el juicio necesario nace de la boca de otro, por que no hay derrota y triunfo final, si otro no lo hace patente, porque al final, esa es la justificación última de dios, darle personalidad a tu conciencia, a tu soledad que no te puede evaluar y en ese caso debes recurrir a otros, medios, foráneos o internos otros... | ...Así, retratado, eternizado, congelado y estupidizado ante mi diario vivir, ante mis posesiones con personalidad y dueñas de la identidad que tengo o que teniéndola, impertinente me dispone raudo a seguir consumiendo la gracia de cuanto producto me define: mi bebida gaseosa, mi café, mi cigarro, mi droga, mi arte, mi culto, mi veneno, mi arma, mi odio a muchas causas, y mi afiliación a una, igual a todas pero distinta de mi. Se al fin; al levantarme, cuanto he aplazado mi vida. Fuera de foco, la pasión inútil del hombre es un manifiesto en la boca de todos, incluso en la de esos parias que se dedican a estudiar con sus nihilistas sagaces insultos a la sociedad: "La mísera urgencia de pertenecer". Detenerte a observarlo y criticar, es salir de ti; y ver cuanto has sido por ellos, viviendo para ellos, para la imagen que te has dado, la cual debes sostener, ante todos en la locura de responder a fantasmales pedidos; ante un caricaturesco y simple desconocido yo, edificado por tu miedo y ese siniestro ego...
|
Autor: Daniel Rojas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario